Respira. Respiremos y entendamos que es una bendición estar vivos para llevar adelante esta persona que somos.
Agradece. Comencemos por darnos cuenta de lo mucho que tenemos. Y de lo que es realmente importante.
Descubre lo sagrado de la vida. La vida misma es sagrada y se manifiesta en millones de formas, en una gota de agua, en el sonido del viento. Es un honor habitar este cuerpo, y hay que agradecerle porque nos acompaña y nos ayuda a lograr la finalidad última que necesitamos alcanzar. Aunque todavía no sepamos bien cuál sea esa finalidad.
Se consciente de tus dones: Enumeremos los dones con que estamos provistos, una buena voz, alguna capacidad artística, ser buenos
amigos, captar lo que otros no pueden; o intentemos descubrir los dones que aún no se nos manifestaron. Y agradezcamos por lo que
tenemos y por lo que estamos por descubrir.
Comprendamos que no existe absolutamente nada separado del resto. Somos Uno.
Todo lo que hacemos influye al entorno y lo que sale de nosotros nos vuelve multiplicado.