“Argentina tiene una larga trayectoria en la producción orgánica. Somos referentes en el marco normativo, hemos sido el tercer país equivalente con la Unión Europea y tenemos un sistema ágil de certificación (…)” – comenta Facundo Soria, Ing. Agrónomo, Coordinador del Área de Producción Orgánica del Ministerio de Agricultura, Ganadería y pesca de la Nación; abriendo la charla que compartirá, junto a la Especialista en Agricultura Orgánica del IICA- CIAO, Graciela Lacaze, nuestra anfitriona en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Ing. Agr. Gabriel Berardinelli, Gerente técnico de la certificadora OIA y Presidente de la Cámara de Certificadoras CACER. Los tres son expertos en cultivos, producción orgánica, y su implicancia social, económica y ambiental.
“… Nuestro país todavía tiene un enorme potencial que no está pudiendo aprovechar – continúa Facundo Soria – tenemos variedad de climas, de economías regionales, de producciones diferentes y de muy buena calidad intrínseca en sus productos, pero… todavía el número de productores y de elaboradores se mantiene en una escala que ha crecido, pero no al nivel que ha aumentado en otros países. Creo que la gran pregunta es: ¿Cómo hacer para que realmente este potencial enorme pueda ser aprovechado?
Argentina siempre fue caracterizada como un país productor de commodities, ahí somos competitivos; en el agro sería la soja, el maíz, el trigo. Que son productos de bajo valor agregado, para mercados masivos… Somos competitivos ahí porque tenemos tierra, tenemos agua, pero en un punto estamos produciendo y exportando a costa de nuestro capital ambiental, degradación de tierras, y un cierto despoblamiento del campo… La producción orgánica es en ese sentido una oportunidad comercial, pero también una manera de proteger el recurso natural y el recurso social porque tiene que ver con el arraigo, con el desarrollo rural en todas las economías regionales y obviamente con el cuidado del suelo, de las napas, que no hay contaminación sino que al contrario hay un aumento de la fertilidad y de la biodiversidad. Tal vez eso me parece que es lo importante como para pensar qué hacer en el futuro, cómo posicionarse en la política global de Argentina y cómo eso hacerlo carne y que sean realmente acciones efectivas junto al sector privado”.
Nuestro mercado interno es todavía incipiente
Gabriel Berardinelli, por su parte, agrega que “…La Unión Europea tiene historia de consumo, desarrollo y trayectoria en el tema Orgánicos. La primera norma orgánica se desarrolló en Inglaterra en el año 1970 y la UE reglamentó su norma como bloque de países en 1991. Esto demuestra una trayectoria como bloque europeo. En el año 92/93 – cuando Argentina empezó a escribir su norma- ese era el mercado a donde llevar los productos. Porque nuestro mercado interno era muy incipiente. Actualmente estamos haciendo esfuerzos en tratar de ir convenciendo a los consumidores argentinos para que empiecen a buscar el producto orgánico. Pero es un trabajo de hormiga en donde el Estado ha colaborado, como el caso de Facundo. De a poquito ahora, gracias a al conocimiento y la difusión, el consumidor comienza a darse cuenta de lo que implica un producto orgánico, vinculado al medioambiente ,cuidado de suelo, del agua…Esto le genera al consumidor un cambio, un valor a la hora de decidir: ‘Lo orgánico me gusta, es bueno y quiero consumirlo’. Pero no por el ‘orgánico’ en sí, sino por TODO lo que implica la vinculación de este tipo de producción con el medio. Pero en el mercado interno ¿qué es lo que sucede hoy? Tenemos una canasta de productos limitada porque podemos comprar sólo los productos orgánicos argentinos. Porque nuestra norma no lo permite hoy (no le echo la culpa a nadie, porque todos escribimos nuestra norma). Para poder traer un producto orgánico a Argentina se tiene que certificar bajo norma Argentina en origen, esto genera actualmente algunas inviabilidades económicas, ya que desde afuera ven al mercado orgánico argentino como ‘muy chico’ y no justifica la inversión. Entonces hoy tenemos una canasta de productos orgánicos limitada por esta restricción que nosotros nos auto impusimos. Nos merecemos hacer un nuevo análisis de esta situación, defendiendo los productos orgánicos argentinos por supuesto, pero buscando por ejemplo que aquellos productos que hoy no se hacen en Argentina puedan tener un mecanismo de ingreso más eficiente -con un control por supuesto- y esto generaría no solo la ampliación de la canasta de productos, sino también que el consumidor tenga posibilidades y decida consumirlos, pudiendo generar una demanda que interese a productores orgánicos argentinos a realizarlos. De esta forma lograríamos ampliar nuestro propio esquema productivo orgánico.
Una fortaleza que tenemos en Argentina, es que contamos con una de las pocas estadísticas oficiales que hay a nivel mundial sobre cómo ha evolucionado el mercado de lo orgánico- y eso hay que agradecérselo a SENASA-, que permite hacer muy buenos diagnósticos y análisis hacia donde estamos evolucionando con la producción orgánica. Las estadísticas muestran una pequeña recuperación del mercado interno en el consumo orgánico, y eso es muy bueno. Pero tampoco se puede dejar de ver que internacionalmente lo orgánico se paga bien, se paga en dólares y entonces el 98-97% de la producción se va para afuera…”. Esto no es tan bueno para nuestros consumidores locales, y por eso tenemos que desarrollar políticas que los beneficie.
Estimular a los pequeños productores:
Es una decisión política y una articulación institucional
Ante esta realidad de la producción orgánica argentina que se encarece para el consumo interno y un productor al que le conviene exportar, Graciela Lacaze opina: -“La agricultura orgánica es una herramienta para el desarrollo de los pequeños productores. Necesitamos apoyarlos no solamente con la producción, sino también en el desarrollo de los mercados internos. Al pequeño productor no le interesa el precio internacional y sí se podría desarrollar una herramienta – además del beneficio al medioambiente- de inclusión social, y eso es una decisión política y de articulación institucional.
Aquí tradicionalmente son productores extensivos. Hay que trabajar y sacar esa idea de la estructura mental de los políticos, los tomadores de decisiones. Esa idea de que sólo existe el tipo de producción de los “grandes”. Porque la producción está sustentada sobre el 75/80% de los productores, que son todos pequeños. El 80% de la tierra está en manos del 20% de los productores y un 20% de la tierra en manos del 80% de los productores.
Pero con ese 75/80% de pequeños productores… fijate el porcentaje de problemas que se resolvería si realmente hubiera una política de desarrollo, protección, apoyo y fomento para la agricultura orgánica dirigida hacia los pequeños.
No podemos trabajar solamente con el productor si no existe una mirada integral de desarrollo territorial… sucede que al productor pequeño mientras vos lo sostenés está bien, pero si te vas y no tiene como resolver dónde vender…cómo sigue? El que produce sabe producir, no vender y el pequeño productor menos. Hay que crear el mercado local en la plaza con el intendente, con el gobierno provincial… que todos los sábados y domingos haya un lugar a donde llevar a vender la producción y ahí entonces entrar en contacto con sus clientes. En un momento el ministerio hizo un mapeo de las Ferias Francas*. Hay un montón de insumos que ya están pero está todo desarticulado, yo creo que si se aprovecharan esas ferias francas, además de crear pequeños puestos laborales en los pueblos – yo lo he visto- se crea además ese vínculo entre el productor y el consumidor que se encuentran en la plaza, es ‘El día del paseo a comprar’…”
(NR*. Pequeños mercados locales en donde campesinos/as y agricultores familiares concurren una o dos veces por semana para comercializar en forma directa al consumidor los alimentos que producen en sus chacras.)
“Yo lo he visto todos los días, por ejemplo en Frankfurt – interviene Gabriel Berardinelli- todos los días en las plazas llegan los productores, las 6 de la tarde, cuando la gente empieza a salir de la oficinas. Las plazas se empiezan a llenar de carritos para vender productos orgánicos. Entonces se convierte en una fiesta: salgo de la oficina, me voy a tomar una cerveza a la plaza y me llevo mi canastita de productos orgánicos con lo que quiero comprar para casa”.