Un día cruzaba la 9 de julio al mediodía bajo los rayos del sol agobiantes, cuando tuve una grata sorpresa: se inundó mi olfato con un dulce aroma a pasto recién cortado. Miré a mi alrededor con un ojo, ya que con el otro miraba el semáforo, y ubiqué de dónde partía el olor: un montículo del césped de los canteros, que había sido podado y perfumaba el aire. Fue tan hermoso disfrutarlo en medio del ruido y los autos, que me sentí gratificada y agradecí mentalmente a las hierbas que me enviaron ese “saludo”. Puedo asegurar que esa fracción de segundo me hizo sentir feliz. Y seguí cruzando la calle interminable, rogando que la luz me permita llegar sana y salva a la vereda de enfrente (si a usted le pasó lo mismo entiende), mientras pensaba en la felicidad. En las cosas que me hacen feliz. Pude contar rápidamente: encontré una, dos, tres, cinco y varias más. Me iba asombrando poco a poco, porque eran cosas muy pequeñas, sencillas, que pasan
desapercibidas generalmente, y que las tiene todo el mundo. Y que no las quiero enumerar porque me di cuenta que lo bueno es que cada uno las encuentre solo y sienta cuánto disfruta al entender la felicidad que le proporcionan.
Una vez leí que la felicidad es algo que no hay que buscar afuera, que está dentro de uno y que hay que saber descubrirla.
Actualmente hay mucha gente que no es feliz. Algunos tienen buenas razones para no serlo y están justificados, otros no tanto. De todas maneras sería interesante que nos preguntáramos si los motivos que nos hacen infelices son valederos, o estamos exagerando. Incluso tendríamos que descubrir si las causas de la infelicidad no son originadas en nosotros, en nuestras actitudes o en nuestros deseos. Y respondernos desde el corazón, con la profundidad que una mirada interior puede darnos, si con más dinero, con más salud, con más trabajo, o con la pareja deseada; seríamos más felices. Puede ser que
usted me diga: si yo tuviera salud, no me haría falta nada más. O: vivo sola hace tantos años, que solamente una pareja me haría feliz. Incluso puede pensar que obteniendo el dinero que le hace falta, encontrará la felicidad. Le contesto que ni aún obteniendo lo que más anhela está garantizado que será feliz. Los sabios aseguran que es feliz el que no desea nada. Quien le dice que la felicidad, mientras vivimos en este mundo con sus imperfecciones, puede ser vislumbrada por tiempos tan cortos… como el mismo instante en que olemos un poco de pasto recién cortado.
M.S.F