Dicen que todo crecimiento se realiza en espiral. Sería gráficamente como ver pequeños grupos de personas estableciendo cambios positivos con sus acciones y que, aunque fuera lentamente, cada vez se agranda más esa onda de efectos positivos deslizándose hacia los bordes.
Cada vez que un año se reinicia, quienes estamos sujetos al calendario nos programamos para comenzar la cuenta de nuevo, como si tuviéramos un nuevo camino por recorrer. No estará de más intentar vivir como si empezáramos de nuevo, como si la vida —generosa— nos brindara una segunda oportunidad.
Tampoco estará de más que intentemos mirar profundamente a los ojos, para descubrir al ser humano que tenemos a nuestro lado. Podríamos ser nosotros quienes formamos el centro de la espiral, quienes abrazamos, quienes apretamos fuerte la mano, quienes brindamos palabras de aliento, quienes cumplimos los sueños de los demás.
¿Quién puede suponer que su bienestar está separado del bienestar del resto?
Todo nos involucra; todos tenemos que ver con TODO. Nadie está en la vereda de enfrente. Lo que hacemos por otros, en última instancia, lo hacemos para nosotros mismos. Así da vueltas la espiral, y la VIDA se agranda. No hay futuro, solamente un hoy continuo que nos indica el grado de satisfacción alcanzado y las metas cumplidas. Para cada uno hay una medida adecuada, pero el bien resultante afecta al resto.
Sí, vivimos en la ilusión del tiempo y del espacio, presos de las convenciones, pero de cada uno depende que esta ilusión presente remita a un continuo estado de bienestar y gozo.
En los cielos, los planetas y las galaxias danzan. Peces y pájaros danzan en sus respectivos elementos. ¿Por qué habríamos los humanos de estar ajenos y elegir pasarlo mal? ¿Qué burda maquinaria nos impulsa a vernos impedidos de disfrutar y sentirnos libres?
Brindar un abrazo fuerte (por-que sí).
Dar gracias por el solo hecho de estar vivos.
Bendecir y amar sin condiciones. Pueden ser buenas (y nuevas) formas de hacernos sentir que el futuro que esperábamos antes —cuando no entendíamos— ya llegó.ç
Por Marta Susana Fleischer