Hace muchos años, en mis comienzos, trabajando de cirujano en el viejo hospital para animales de MAPA de la calle La Rioja, sucedió algo que me dejó marcado para siempre. Era un día de esos tranquilos, sin demasiado trabajo, cuando llega de urgencia un perro al que había atropellado un tren. Venía en brazos de un señor que lo había encontrado tirado al costado de la vía. Entre las muchas cosas que tenía, era una pata delantera destruida: había que amputarla, no había otra cosa que hacer. Era mi primera vez y no había otro para hacerlo. Cuando le digo a este buen samaritano lo que había que hacerle, mi rostro mostraba desolación. Para nosotros los humanos una amputación es algo muy triste, muy traumático. Uno se pregunta ¿Cómo va a vivir ese pobre perro sin una pata? El hombre se acerca y me dice casi en confidencia: – “Dr. opere tranquilo, haga un buen trabajo, que luego yo me llevaré al perro a casa y vamos a estar muy bien, a mí también me amputaron una pierna. Me muestra su pierna ortopédica que lucía con orgullo. Hace unos años, también por un accidente tuvieron que amputármela y mi vida continuó sin problemas”.
Ringo, así le puso de nombre, luego de recuperarse de sus heridas y el posoperatorio, se manejó perfectamente con sus tres patas, incluso su nuevo dueño me mostró una foto saltando la verja que limitaba la casa. Este caso me sacó un gran peso de encima. Con los años tuve que operar a muchos otros Ringos que por diferentes motivos había que amputarles un miembro. La gran mayoría con excelentes resultados. Por supuesto que cada caso es diferente. No es lo mismo heridas por un accidente que un cáncer en el hueso, que otro tipo de tumores agresivos pero no cancerosos, heridas graves, quemaduras, rupturas de nervios, falta de irrigación sanguínea etc. Cada caso es diferente. Pero lo que puedo asegurarles es que los perros no tienen problemas psicológicos por una amputación (los gatos tampoco). Es mucho más traumático cuando los llevan a la peluquería y los pelan: se esconden, tienen vergüenza de mostrarse, les hiere su orgullo. Con las amputaciones, no. Nuestro trabajo como médicos veterinarios es el tratar de solucionar problemas de la salud. Siempre debemos elegir el mal menor. “Lo primero es no dañar”. Con estas premisas es que evaluamos cada caso en forma individual y aconsejamos a los dueños, el camino a seguir. A veces lo que decidimos es algo sencillo o sin consecuencias, pero en otros la cosa se complica. Hay varios caminos y son diferentes. Tenemos que elegir y eso es complicado en la vida. Tomar decisiones, que luego traerán consecuencias. Amputar un miembro es una decisión radical y hay que tomarse un tiempo para pensar. Pero, cuando hay que hacerlo, hay que dejarse de vueltas y hacerlo lo más rápido posible porque el tiempo corre y eso va en nuestra contra. Hace un tiempo en facebook vi el caso de un colega de Córdoba que operó a un perro grandote que tenía un cáncer de hueso complicado con úlceras que generaban muy mal olor y metástasis pulmonares que le daban un pronóstico catastrófico. En poco tiempo seguramente moriría. Decidieron en conjunto con sus humanos operarlo, quitarle la pata que tenía el tumor para darle un gran alivio en los últimos días que le quedaran. Algunos colegas que participaban con sus comentarios, decían: a este perro hay que dormirlo para que no sufra más, si total no tiene cura. Lo operaron, y se recuperó bien, se le fue el dolor, no más arrastrar esa pata con el tumor con olor a cadáver. No importa el tiempo que viva, si una semana o seis meses. Se va a poder despedir de esta vida con dignidad, rodeado de la gente que lo quiere. Dignidad. Esa es la palabra. Sobrevida con dignidad. Sin dolores, sin fiebre, sin ese horrible tumor que lo degradaba como perro. Tengo en mi historial varios casos así. Varios casos con buenas sobrevidas, con buena calidad, con muchas familias agradecidas: “Gracias Dr. por darle a mi perro un buen final”. ¡¡Como quiero a mi profesión!! Por supuesto que además de la cirugía está la homeopatía que ayuda un montón a esa calidad de vida que tanto añoramos.
Como siempre me despido hasta la próxima con salud y alegría.
MV. Jorge S. Muñoz
Médico veterinario homeópata
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