Un Nuevo Mundo

Si estamos pensando, todo el tiempo, en todo lo que hay que hacer para mejorar el mundo, no hacemos nada al respecto, cuando solamente hacemos algo para mejorar el mundo, hacemos todo. 

El mundo ha entrado en un nuevo paradigma, el mundo, somos nosotros. Le damos sentido al mundo, lo interpretamos, lo transformamos y nos transformamos a nosotros mismos. Este nuevo paradigma todavía no nos es claro a nosotros como individuos ya que vivimos enajenados detrás de nuestros intereses, casi no vemos -o comprendemos- al otro, que es sospechoso. Menos le es claro al colectivo porque los intereses masivos están colonizados por el entretenimiento y las angustias sociales que no permiten apreciar con claridad el panorama del nuevo paradigma. 

Estamos aplicando viejas recetas a nuevos problemas y no está funcionando. Esto sucede porque no los reconocimos todavía y los abordamos desde la ignorancia con protocolos de rutinas, sin entender que lo que está sucediendo pertenece a un nuevo orden de cosas. La sociedad está enfermando, hoy día las enfermedades comienzan a manifestarse en forma colectiva, celiaquía, diabetes, Parkinson, broncoespasmos, atacan a gran parte de la población, pero se lo ve como temas individuales y personales sin considerar los factores alienantes del estilo de vida y la comida industrializada, la cosmética sintética.

Actuamos sobre un cumulo de experiencias, pero, lamentablemente experiencias de un mundo que ya no existe. El mundo cambio, es otro, el agua, el aire, la tierra, está contaminada, la calidad de vida está deteriorada y en caída. Nosotros provocamos el cambio, pero este cambio va a la delantera nuestra y todavía no somos conscientes de las implicancias de este nuevo paradigma en la vida cotidiana.

Tenemos impuesta la idea del progreso infinito e ilimitado, pero este progreso no está dirigido, ni programado, no es consciente. Creemos en el progreso como una cuestión de fe, vemos al progreso en un sentido positivo de acumulación de experiencias, de acumulación de cosas en el sentido cuantitativo y cualitativo, lo vemos como algo positivo, natural y orgánico, pero a la hora de cuestionarlo o criticarlo nos vemos atrapados en nuestras propias creencias. El mundo no lo vería del mismo modo si tenemos en cuenta los desastres económicos, ecológicos y culturales que estamos viviendo, pero el mundo somos nosotros.

Si entendemos que el desastre y la tragedia también pueden progresar infinitamente hacia el caos y no hacia el orden. Si entendemos que el progreso en una dirección opuesta que nos aleja permanentemente del “sí mismo” es un progreso de alienación, podríamos tener la posibilidad de corregir el rumbo. Pero la idea del progreso absoluto e infinito se ha enquistado en nuestra cultura y nuestras creencias de modo que no nos deja oportunidad de cuestionarlo sin aparecer como una persona apócrifa que va en contra del mundo, o sea nosotros.

Pero hace falta retornar al origen, no en contra del progreso, si no a favor, volver al “sí mismo”, para corregir el rumbo, para apreciar lo nuevo y valorarlo sin estigmatizarlo. Hemos transformado el mundo para transformarnos, pero si no tomamos esta transformación como una verdad sagrada, seguiremos intentando aplicar viejas soluciones a problemas nuevos.

Debemos despertar a la realidad de que el mundo cambio, de que el mundo es otro y nosotros también, para así renovarnos y entender este nuevo mundo que hemos descubierto y aceptarlo para ser uno con él y no tratar de recortarlo para que se ajuste a nuestras viejas creencias, porque eso no va a suceder y estamos creando mucho sufrimiento queriendo meter al nuevo mundo en el corset de nuestras viejas creencias. 

Estamos ante un nuevo comienzo, pero nos aferramos a la idea del fin, del fin de la historia, del fin del mundo, del fin de la modernidad y no vemos que pusimos en marcha un nuevo comienzo. El comienzo de un nuevo paradigma, el comienzo de una nueva historia y el comienzo de una nueva forma de ser que debemos aceptar con la conciencia y con la voluntad para realizar lo nuevo y dejar esperanza para las nuevas generaciones. 

Ahora es nuestra responsabilidad, somos los protagonistas de este nuevo mundo y de nuestra voluntad depende de que el progreso siga siendo positivo para abrazar las nuevas ideas que transformen nuestras creencias y juntos entremos en este nuevo paradigma, para darle solución a los nuevos problemas que hemos creado. El consumismo, el desastre ecológico, las guerras religiosas y culturales, los vacíos de poder y la degradación de la política, dependen de nuestra voluntad individual y colectiva.

Ignacio Conde
/Boti-k Puro    @botikpuro

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