Hay creatividad dentro nuestro. Habita allí, donde el invisible potencial mora, donde existe una voz que necesita expresarse con códigos propios. Es como una llamada que está esperando brotar de alguna manera. Cuando la dejamos emerger sale con una espontaneidad maravillosa. La vemos y quizá, por momentos, no la reconocemos como propia porque no pertenece al común de las expresiones, es algo singular que lleva nuestro sello y nos permite distinguirnos de los demás.
Ese sitio donde se gesta es un depósito de talento, de una destreza e inteligencia con potencial ilimitado e inagotable si sabemos administrarla. No necesita de energía porque se auto alimenta de bienestar o malestar y solo pide emerger. Todos y todas la tenemos, solo que algunos se animan a manifestarla y otros la mantienen guardada.
Si le damos lugar experimentaremos la salida de un impulso perfecto, una cadencia preciosa que viene a decir algo. Somos las primeras en escucharla, la miramos, la tocamos, la experimentamos y luego la dejamos volar hacia otros y otras.
Del otro lado están quienes reciben esa expresión y la saborean con todos o algunos de sus sentidos, la interpretan, y responden con sensaciones o juicios. Es el proceso de feedback entre la o el creativo y el público que lo consume. Luego aquello que creamos genera transformaciones porque una vez compartida e interpretada, muta. Esa mutación es maravillosa porque la obra crece y se expande tomando formas inimaginables.
Escribir, actuar, bailar, coser, tejer, pintar, construir, y muchas más tareas posibles son entornos creativos. Sin embargo, no solo brota allí, sino, también, en el devenir de la vida, en la cotidianeidad, en las acciones de todos los días, en los vínculos.
Cuando tomamos conciencia de ese impulso perfecto que conduce a transformaciones, nos vitalizamos y algo dentro nuestro resplandece. Buscar ser creativas, creativos es otra manera de conectarse con el bienestar. Hay un nutriente muy valioso de la creatividad: el tiempo libre. El momento en que planeamos hacer nada, a veces es necesario darse mucho de ese espacio, de la nada para que alguna idea nueva aparezca y luego otra y otra. Así nacen las propias creaciones, de la “nada”. Solo dejémonos fluir y, si esto ocurre, cabalguemos sobre ese estado que es de gracia saboreando la magia de lo creativo. Mientras ese hálito dure, sigámoslo.
Alejandra Brener
Terapeuta corporal bioenergetista
alejandrabrener@gmail.com
@espacioatierra
/Alejandra Brener bioenergética