Las plazas y parques se llenan de público para purificarse con la naturaleza. Los árboles se convierten en los “pulmones del mundo” porque se tornan en espacios en los que la gente respira energía pura. El “baño de naturaleza” es una oportunidad para respirar mejor y crear un puente entre la gente y el mundo natural. La energía pura, activa y nutre el cuerpo de vitalidad, la recibimos de las plantas y el sol. Constituye aquello que no tiene masa y vibra a alta frecuencia.
Los árboles transforman las energías insalubres y saturadas en energías puras. Gracias a estas inagotables fuentes, nuestro cuerpo se abastece con una savia que se expande por dentro.
Los sonidos de la naturaleza, el aroma y textura de los árboles, la luz del sol, el aire fresco y limpio, proporcionan bienestar, ayudan a relajarnos y a concentrarnos con claridad y producen un refrescar interno. Durante los “baños de naturaleza” nuestros ritmos internos se fusionan con los de ese entorno, caminamos más lentamente observando, oyendo, oliendo, saboreando y tocando. También sincronizamos con los sonidos de los pájaros y la cadencia de sus movimientos, esto nos lleva a un compás en el andar y nos hace parte del equilibrio que transmiten. La conjunción de colores, sonidos y aromas naturales abre nuestros sentidos y, cuando estamos en armonía con ese entorno, el sistema nervioso se calma, merma el pensamiento maquinal. Sólo pasar una pequeña cantidad de tiempo en la naturaleza puede tener un gran efecto en nuestra salud energética. Un baño de naturaleza nos puede ayudar a desconectar de la tecnología, bajar la ansiedad, reducir la tensión arterial, mejorar la salud cardiovascular y metabólica y nos recuerda que formamos parte de una entidad mayor: la vastedad del universo. Poder vivir esa “suave fascinación” que nos brinda la respiración natural, no requiere de esfuerzo mental porque es aquella que disponemos al estar en paz. En el comienzo de la primavera, invito a frecuentar estos “baños de naturaleza”, pero con una actitud consciente, esa que nos regala la contemplación. La percepción del silencio interno es vital para advertir el encantamiento de la contemplación, pues al despertar la quietud dentro de sí, nos sentimos unidos, unidas, a todo lo percibido, y es ahí cuando se produce esa simultaneidad en la que el adentro y el afuera funcionan en una perfecta correspondencia. La práctica de la contemplación sería algo así: observamos los objetos hasta que vemos que cada uno de ellos tiene una íntima conexión con nuestro mundo interno, entonces se produce un simple reconocimiento, como si descubriéramos ese lugar o esas cosas por primera vez. En ese instante, el de la inspiración, surge como un apetito por conocer lo que yace tras las apariencias. Algunos lo advierten como un estado de elevación gozosa y se apoyan en una respiración regulada, concentración de la mente y el cuerpo y devoción a ese espíritu creador. Es un instante sutil y de gran poder en el que la onda del inspirar se hace cuerpo. Se crea una unidad con el lugar, sin separación entre quien contempla y lo contemplado, y se descubre lo que siempre estuvo presente: el ámbito sagrado de la unidad total.
Alejandra Brener
Terapeuta corporal bioenergetista
alejandrabrener@gmail.com
/Alejandra Brener Bioenergética
@espacioatierra