Cada palabra contiene su propia energía. No es lo mismo expresarle a alguien un: “te bendigo”, que soltarle un insulto de grueso calibre.
La palabra es creadora, tenemos un enorme poder cuando verbalizamos frases de amor, o sanadoras.
Ese es el poder oculto en las oraciones, su inefable poder que acomoda y restaura.
Una orden expresada con voz de mando logra que enseguida se obedezca. Desmemoriados, descuidamos el poder de la palabra utilizando continuamente las que podemos llamar «de baja vibración». Nos perjudica el ser mal hablados, nos cubre de energías que entorpecen, lo que nos recuerda que «lo afín atrae lo afín». Cada día de nuestras vidas, desde que nacemos hasta el último día que
pasamos en la tierra, estamos aprendiendo cosas nuevas. Una de ellas es experimentar nuestra capacidad creadora guardada en las palabras que pronunciamos.
Una palabra clave para meditar
Por la mañana, cuando se levanta, desarrolle el hábito de elegir una palabra clave o pensamiento para ampliar y meditar durante el día, que
puede ser: Alegría, paz, amor, paciencia, fe, humildad, gratitud, gentileza, dedicación, control de uno mismo, auto valía, auto estima, milagros que espero del día.
Cuando tenga unos minutos, puede ser viajando en colectivo, mientras toma un café, o mientras camina, recuerde la palabra o el pensamiento que eligió y medite en él. Fíjese qué pensamientos le van surgiendo al respecto y permita que su Ser lo guíe.
Incluso mientras permanece enfocado en alguna tarea con su mente consciente, permita que en su interior se filtre la palabra que eligió para ese día e irradie sus vibraciones. Será una meditación viviente que lo ayudará a centrarse y despertar aquello que más le hace falta.