Como una página en blanco se desgrana el nuevo año. ¿Quién sabe cuántas vivencias, cuántos desafíos, cuántos
triunfos esperan, de aquí en adelante? Paso a paso, día a día se irá viviendo y compartiendo; buscando la dicha y los
privados anhelos. Un destino común mezclado entre cada destino particular. Cuando el año está nuevo, todo se mira de otra manera. Crecen las expectativas, y las esperanzas inundan las vidas. Los proyectos adquieren nuevos brillos Parece que naciéramos junto con el año nuevo.
Cada persona, en todo el mundo, en su particular manera de interpretar a Dios, como si fuéramos un inmenso teclado, compuesto de infinitos tonos, vibrando cada uno en su nota exclusiva. ¿Quién puede conocer los motivos personales que llevan a alguien a actuar de determinada manera? ¿Cómo podríamos juzgar a otro si desconocemos sus completas circunstancias? Si nos investimos con el suficiente amor, comprendemos a cada vida como única e irrepetible, con sus mil matices y su peculiar percepción de la realidad. Porque así fuimos creados y es esa la única forma que tenemos de expresarnos. Con cuánta
amplitud de conceptos nos tendríamos que manejar para decir que verdaderamente conocemos a quienes comparten con nosotros la vida. Cuán mínima es nuestra capacidad de interpretar la realidad. Una realidad que se expone en tantos niveles de expresión que llega a resultarnos imposible de medir. Año nuevo, vida nueva. Comencemos a programarnos otra vez, a partir de cero, como si acabáramos de nacer. Juntémonos con los proyectos guardados y con las esperanzas postergadas, y tratemos de rescatarlos e insuflarles nueva vida, para que consigamos vivir a pleno cada nuevo año, con rebosante amor.
M.S.F