Hoy me puse la camisa al revés, no a propósito, lo vi en el botón de la manga, y lo ignoré; lo vi en los pespuntes extrañados del pecho y seguí de largo, mas ahora casi a mediodía, reconozco un detalle y grito: ¡¡me puse la camisa al revés!!
¿Cuántas veces necesité ver esas señales para reconocer el error? Tres veces. Pareciera que en la vida nos ocurre lo mismo, cometemos equívocos y los ignoramos, entonces vienen la señales, otra vez, y una vez más… mi camisa ahora no se aguanta ser vista en sus paños menores y quiere cambiar, como nos sucede tan a menudo en la vida.
En esta globalidad cada vez más consciente, los cambios van ocurriendo rápido; las guerras, la desigualdad, la falsedad y la mentira se revelan para quien quiera entender y nos compromete. Nos compromete tomar decisiones. Ya no es algo que les ocurre a otros. No se puede esconder la basura debajo de la alfombra, está ahí, hace montaña, y tiene olor.
“No sabía, no me dijeron, no me enteré”, son frases de pasado. Cada uno en nuestra infinita proporción nos compete obrar para lo que sí queremos lograr, porque el mundo ya no da para más, si no nos comprometemos con nosotros mismos.
¡¡Es que somos la camisa del revés!! Queremos encajar, tenemos todo para ser UNO con el cuerpo para el que fuimos creados y estamos mal puestos. (Ya con esta reflexión mi camisa me pica, me la quiero arrancar). Vuelvo a mí.
Pienso en esta edición nueva, rebosante de información buena, datos, ayudas, trabajo espiritual, buenos alimentos, estrategias para recuperar y mantener la salud, y entiendo que mi camisa, es sólo una camisa, que la puedo dar vuelta, (lo hago) era cuestión de voluntad.
Cecilia Andrada – Directora