Desde 2019, la ONU fijó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (PDA).
A nivel global el 14% de los alimentos se pierde entre la producción y el comercio minorista (sin incluirlo), y el 17% de los alimentos se desperdicia entre el minorista y el consumo. Esto representa no solo un costo para la economía mundial de alrededor de 940 mil millones de dólares, sino que también es responsable de sumar anualmente 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera del planeta. Además, que un tercio de los alimentos perfectamente comestibles producidos nunca se consuma -en un mundo donde una de cada nueve personas pasa hambre todos los días- implica una gran responsabilidad ética.
Ante este panorama resulta contradictorio que se pierda tanta comida en nuestra región, con 60 millones de personas que padecen hambre, siendo a la vez productores de muchos de los alimentos que se consumen en el mundo. Es fundamental prestar atención a las pérdidas y desperdicios de alimentos en este contexto de crisis, pero también de oportunidades.
Por un lado, se encuentran las pérdidas vinculadas al manejo post-cosecha y a la gestión de los alimentos en etapas industriales, que se reducen notablemente cuando se evita el aplastamiento, se garantiza un buen almacenaje y transporte, y cuando los productores tienen mercado asegurado para la venta. Por otro, están los desperdicios, más relacionados al manejo de los alimentos en los puntos de venta y consumo como los hogares, restaurantes, hoteles, cafeterías y programas sociales de alimentación. Aquí, para reducir los desperdicios se requiere sensibilizar a las familias, los consumidores y a los comercios para que tengan control de lo que se adquiere, de cómo se almacenan y de cuándo se consumen.
Según estudios de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la huella de carbono que dejan las PDA es de 3,3 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que se traduce en un 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. En el proceso de producción de los alimentos que se pierden o desperdician se utilizan 1.400 millones de hectáreas, lo que equivale al 30% de las tierras agrícolas del mundo. Y los números siguen: el uso de recursos hídricos atribuible a los alimentos perdidos o desperdiciados alcanza los 250 km3, lo que representa cerca del 6% de la extracción total de agua a nivel mundial. Argentina ha incluido este tema en la agenda pública. Reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos genera triple impacto positivo en el orden social, económico y ambiental, como lo propone la FAO es su nuevo marco estratégico, con el fin de alcanzar una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor sin dejar a nadie atrás.
Fuente: Telam – Por Tito Efraín Díaz, representante interino de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Argentina y Uruguay.