Meditar es aquietarse, dejar en suspenso las preocupaciones y concentrase en lo trascendente, en la parte de la vida que supera las limitaciones cotidianas y nos conecta con lo verdadero. Es importante contar con un espacio ideal para meditar, apartado del ruido y dedicado únicamente al retiro y la concentración. Pero también se puede meditar rodeado de gente, o viajando en colectivo. Meditamos para sentirnos mejor, para escuchar al Dios que nos habla desde el corazón. Sabemos que estamos meditando cuando nos sentimos relajados, tranquilos y con una sensación de trascendencia. Son los momentos en que nos conectamos con la divinidad y comprendemos qué es lo importante y quienes somos. Relajándonos, dirigiendo la atención a la respiración y apartándonos del exterior, comenzamos a entrar en un estado de quietud que nos hace comprender lo importantes que somos, la magnitud del amor que nos envuelve continuamente, y que no necesitamos absolutamente nada, porque lo más importante –lo que es invisible a los ojos- ya está en nosotros.