La naturaleza siempre nos sorprende, su capacidad de transformación es asombrosa, su forma de recuperarse y de limpiarse, de auto regenerarse, parece no tener límites, la evolución es constante cuando la naturaleza no tiene interferencias. Pero el hombre que habita sobre ella con su afán de dominación, de conquista y depredación, también parece no tener límites.
Hoy nos encontramos en una situación sin precedentes, nuestras vidas se debaten entre un futuro fantasmal de sobrevivientes entre las ruinas planetaria o una revolución de la conciencia de toda la humanidad para ayudar a la Madre Tierra en su recuperación. Para poder seguir evolucionando.
La conciencia está cambiando, pero no al ritmo de la devastación que estamos produciendo. Los sistemas sociales y políticos han quedado caducos, pero no parece que nos diéramos cuenta. Ante los mayores récords históricos de producción de alimentos, un tercio de la humanidad desespera de hambre. Mientras nos afanamos por conquistar Marte, la tala y la pesca indiscriminada desertifican selvas y bosques y contaminan y destruyen la vida de los ríos y los mares, fuente de toda la vida de nuestro mundo.
Una cultura que impone la ambición de los objetos materiales, por medio de una abstracción ilusoria, como lo es el dinero, por encima de la vida de todas las especies, incluyendo los millones de niños que mueren de hambre y de sed, o son explotados y abuzados por adultos pervertidos, corruptos e inmorales, alejados de todo principio o valor que no sea el afán de conquista, dominación y control por cualquier medio.
Solo nos queda tomar conciencia y ponernos manos a la obra en una revolución practica para transformar con cada acto nuestra actitud y nuestro entorno, en un esfuerzo sin precedentes para despertarnos y despertar a nuestros seres queridos, con el propósito único de transformar la tierra toda para liberarla de todos los males que la aquejan, nosotros.
Cada pequeño esfuerzo vale. Ser consciente de lo que consumimos y producimos es suficiente para cambiar nuestros hábitos y así transformarnos y embellecer nuestros actos en una actitud sagrada con el entorno, con nuestro hogar y nuestros semejantes.
Hoy día se hace imprescindible un cambio en nuestro modo de organización. Imprescindible es una alimentación y un consumo saludable, sin venenos, sin tóxicos, sin depredar la tierra y contaminar las aguas. Es imprescindible cambiar nuestros sistemas energéticos, utilizando energías renovables y no contaminantes. Es imprescindible sembrar el verde y los árboles en todos los rincones del mundo para purificar el aire que respiramos y que respiran todas las especies.
No hay tiempo para un mañana, el cambio es hoy, la decisión es hoy, la exigencia es hoy. No podemos esperar a los políticos, a los funcionarios, a los directores de las corporaciones a que realicen el cambio. El poder es nuestro, ellos viven de nosotros, si nosotros cambiamos nuestros hábitos, ellos estarán obligados a cambiar. No consumas su veneno, seamos conscientes, trabajemos por un mundo saludable. No esperemos cambiar el mundo, si no cambiamos nosotros primero.
No basta con palabras, debemos ser ejemplo de lo que queremos ser. Somos responsables por cada uno de nuestros actos. Lo que consumimos, lo que producimos y lo que desechamos hace la diferencia. La diferencia la hacemos TODOS los días y si lo hacemos, “la diferencia” es el mundo que creamos. Tenemos el poder y la capacidad de unirnos para lograr la mayor de las conquistas, liberarnos de nuestra propia tiranía o liberarnos de la tiranía de nuestro ego, y lograr así hermanarnos con nuestra tierra y con todas las especies que la habitan, y llegar a la Armonía Mundis; lograr el milagro de vivir en armonía con la naturaleza y el cosmos. Volver al origen, ser uno con el todo<
Por Ignacio Conde
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