En épocas pasadas, de la mentada “New Age”, a los inicios de convivir, la verdad tenía un valor único. La verdad como concepto sagrado, se impregnaba de conocimientos, develaba antiguos saberes verdaderos de unidad, de misericordia, de empatía como objetivo superior humano. Enarbolando conceptos como “Buscadores de la verdad”, “la verdad es UNA” o “la verdad no necesita defensa” (este lo decía mi vieja a manera de súper heroína con capa y puño en alto). A estas frases poderosas las asimilamos como nuevo dogma; en este momento mismo, me da pudor escribirlo, porque me genera profundo respeto y aclaro que yo sigo en mi interior, valorando esos preceptos como objetivos de vida. Pero, ¿compartimos todos los mismos conceptos de lo que llamamos verdad?
Hoy la verdad depende del cristal -de la pantalla- desde donde la mires. O del canal que veas o el periódico que leas, o al influencer que sigas …porque a “la verdad” ya la tenemos construida de ante mano, y buscamos quien habilite, abale o le dé un like, a nuestra propia, personal e irreductible verdad.
Estamos viviendo un momento tan particular de la historia, en el que todo nos acerca y nos aúna y nuestras ideas nos separan. Pero vuelvo a la verdad. Qué sucede cuando lo que creo no se corresponde con lo verdadero. Cuando las pruebas me demuestran que mis convicciones estaban equivocadas. ¿Qué deberíamos hacer hoy los buscadores de la verdad? Aferrarnos al pasado y negar, o abrirnos a lo nuevo que se presenta, bueno o no, para entender, aceptar o tomar cartas en el asunto.
Si algo hemos aprendido como humanidad es que debemos ser flexibles, adaptables, y por sobre todas las cosas, que necesitamos vivir con “amorosidad”. ¿Qué importa si me equivoque? ¿Si lo que hasta hoy creía cierto no lo es? Importa que hago con la nueva información que recibo, como me manejo, como saco lo mejor con esta nueva verdad que hoy adquiero.
Los nuevos buscadores encontramos respuestas más fácilmente, quizás necesitemos preguntas nuevas y agregar a la lista de virtudes, el discernimiento.
Cecilia Andrada – Directora