Tanto la obesidad como el sobrepeso están considerados una pandemia en los países occidentales, debido a la cantidad de personas que los padecen, no sólo los adultos sino también los adolescentes y sobre todo, los niños.
Ambos están incluidos entre los resultados de los hábitos poco saludables, por los problemas que causan en el organismo y la dificultad de mejorarlos; cualquiera sea la edad de la persona, desde los niños hasta las personas mayores, a todos nos afecta por igual.
En nuestro país se considera que un 50% de los adolescentes es sedentario, proporción que aumentó en estos cinco últimos años. La pandemia del covid, con sus encierros, puede haber sido uno de los factores que llevaron al aumento de este porcentaje.
¿Cuáles son las causas actuales? ¿Por qué ahora nos preocupamos tanto? Desde hace más de medio siglo cambiaron los hábitos de vida, haciéndose más cómoda; no aumentamos nuestra masa muscular porque no caminamos como lo hacíamos entonces, ni subimos las escaleras, y muchas veces no tenemos disponible el tiempo para aprovechar los domingos o los feriados para disfrutar de la vida al aire libre, tomar sol y reponer también la vitamina D, tan necesaria para la salud ósea y muchas veces difícil de conseguir, ya que por vivir en lugares poco soleados, o debido a enfermedades como mala absorción intestinal, insuficiencia del riñón o hígado… o la misma obesidad que aumenta la necesidad de la vitamina D.
Por otro lado, tanto la alimentación como el sueño han cambiado los horarios: la familia no se reúne para compartir la mesa, porque sus obligaciones son difíciles de combinar, los pequeños comen a veces con los padres, pero los adolescentes tienen, en general, horarios más tardíos; los alimentos están congelados y sólo con colocarlos en el horno a microondas 5 minutos, podemos retirarlos y comerlos, pero ¿sabemos qué comemos?
No nutrientes, por cierto. Porque los nutrientes que “cocinamos en esa forma” ya han cambiado su estructura y no nos pueden alimentar como necesita el organismo, porque no tienen “vida propia”.
Tanto los macronutrientes, hidratos de carbono, grasas saturadas e insaturadas y proteínas, que nos proveen de energía, y sobre todo los micronutrientes, vitaminas y minerales de los que tanto se habla, deberían cubrir naturalmente nuestras necesidades sin recurrir a los químicos; sin olvidar a los fitonutrientes que contienen los vegetales, que además contienen las fibras que ayudan a limpiar el intestino, no alcanzan a “alimentarnos” como necesitamos, pero los comemos así, porque tenemos hambre y no tenemos tiempo.
Para obtener esas energías el organismo nos pide más calorías naturales, que no podemos aportarle con ese tipo de alimentación… y entonces todo el comer se transforma en un círculo vicioso: comemos, pero no satisfacemos el apetito… y a los 5 minutos necesitamos una galletita, o un snack, o algo dulce… o con grasa… y quizás así continuemos durante todo el día, sin poder aplacar el apetito con alimentos que no alimentan, porque no tienen los nutrientes naturales, que son los únicos que el organismo puede utilizar para obtener energía…
Es por eso que actualmente, se han desarrollado varios tratamientos para mejorar los hábitos alimentarios, y para favorecer la realización del ejercicio físico en algunos lugares de trabajo, con buen resultado. El objetivo es frenar este problema que no sólo afecta la calidad de vida, sino que puede ocasionar importantes problemas de salud como enfermedades cardiovasculares, trastornos de la conducta alimentaria, depresión, e incluso algún tipo de adicciones, etc.
Tanto el paciente y la familia, como el profesional, deben saber que la obesidad y el sobrepeso son, en el fondo, enfermedades que pueden ser tratadas para mejorar su calidad de vida, la de su familia y la de las personas que lo rodean.
Dra. Elba Albertinazzi
Asoc. Arg. de Médicos Naturistas
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