Evolución

Silenciosa, la vida va tejiendo lienzos. Diversas espesuras, matices, tonos, pueden palparse a medida que vamos despejando o enmarañando nuestro camino. Se van transformando de color. Al sentirlas sobre el cuerpo las percibimos placenteramente hermosas o enmendadas por tanto tironeo. Todas nos resultan familiares, todas son parte nuestra. Metemos las narices entre sus texturas y olores mustios o florecientes emanan cuando las soltamos. Por momentos las dejamos volar y las miramos de lejos. Seguimos con la vista su vuelo. Entonces, en ese instante nos encogemos de hombros y giramos un poco para poder mirarnos sin ellas. Es allí donde nos quedamos fascinados de aquella imagen nueva porque nos damos cuenta de que no las necesitamos. Solo un instante para decidir despojarnos y permitir aflorar lo auténtico, el placer de la propia existencia. 

Que lindo sería que, año tras año empezáramos de nuevo, pero desde un comienzo cada vez más enraizado en el buen vivir, en la búsqueda de la liviandad y la “despreocupación” en el sentido de no dramatizar lo difícil, lo doloroso. Quizá volver a empezar de esa manera nos lleve a sentirnos como un espíritu más libre de presunciones y expectativas que tiñen nuestro crecimiento. Es como avanzar, año tras año, hacia una reconstrucción personal de cero a cada minuto. Todo puede resultar novedoso. Al principio puede advertirse una soledad que entusiasma. Nos miramos al espejo y capturamos nuestra imagen redefinida. Quienes nos rodean tal vez perciban algún cambio con miradas suaves, trémulas, o con enérgicos gestos de asombro. Por momentos, nos sentiremos como un collage y por otros como una línea ondulante. Hermosos, feas, alocados, confiadas. Algunas respuestas nos conformarán, otras no comprendemos que son nuestras. Nada de juicios que generen titubeos. Quizá algo de incomodidad porque aún se advierten residuos viejos para limpiar o cercos que todavía sitian. Sin embargo, poco a poco, en ese nuevo comienzo, destrabaremos trancas. Solo continuar para animarnos a develar lo “prohibido”, y atravesarlo, para conectar con nuestras corazas. Oscuridad y claridad en convivencia. La vitalidad está allí y, entre paso y paso, la franqueza salta a la superficie. Sucede de manera espontánea.  Necesitamos tiempo y paciencia para habituarnos a nuevos entornos. Nos salen voces diferentes que emanan no solo de las cuerdas vocales. Las escuchamos. Son profundas, algunas dolorosas. Tienen resonancias, suenan con tonos que desconocemos. Así recomienzan etapas diferentes, con recursos nuevos para afrontar lo que viene. El trabajo interior nos regaló un mar de oleadas frescas, de vitalidad, de flexibilidad ante lo nuevo. Se abrió un panorama diferente al vivido, más amplio, liviano y con mucho menos sombras asediando continuamente. Luego todo sigue girando, pero lo que se instaló con fuerza, ya no se pierde, solo se transforma.

Sigamos evolucionando…

Alejandra Brener 

Lic. en Ciencias de la Educación

Terapeuta corporal – Bioenergetista

alejandrabrener@gmail.com

/Alejandra Brener Bioenergética

@espacioatierra

Artículo anteriorEstrés oxidativo, beneficios del Glutation
Artículo siguienteRESPIRAR: El poder invisible

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!