Por qué el actual sistema alimentario destruye nuestro entorno, y pone en riesgo el futuro de la especie
Desde el 20/8/22, las empresas productoras de alimentos debieron comenzar a aplicar en las etiquetas las advertencias sobre el exceso de grasas (totales y saturadas), azúcares, sodio y calorías. Se espera que, en las próximas semanas, aparezcan en las góndolas de los supermercados y almacenes del país, los primeros productos que cumplan con la Ley 27.642 de etiquetado frontal y ya para noviembre 2023, tenga vigencia plena en todos los productos industrializados. Aquellos productos que tengan estos excesos no pueden contener en sus envases personajes infantiles, animaciones, dibujos animados, celebridades, deportistas o mascotas ni estar acompañados por elementos interactivos, obsequios, premios, regalos, accesorios, adhesivos, juegos, descargas digitales o cualquier otro elemento. Tampoco pueden ofrecer la participación o promesa de participación en concursos, juegos, eventos deportivos, musicales, teatrales o culturales, junto a la compra de productos. Cuanto más procesado es un alimento, más sellos de advertencia tiene, claramente, hay muchos productos que no tienen manera de adecuarse a la ley y otros que sí. Los sellos con forma de octógonos negros, tienen las siguientes y específicas palabras de advertencias: «Exceso en azúcares»; «Exceso en sodio»; «Exceso en grasas saturadas»; «Exceso en grasas totales»; «Exceso en calorías». Además, si algún producto tiene edulcorantes, el envase deberá tener (debajo de los sellos de advertencia) la siguiente leyenda: «Contiene edulcorantes, no recomendable en niños/as», al igual que si tiene cafeína, deberá decir: «Contiene cafeína. Evitar en niños/as». La ley garantiza el derecho a la salud y a una alimentación adecuada y promoción de lo saludable; advirtiendo a los consumidores respecto de excesos en componentes poco nutritivos. La cantidad de información es colosal y abrumadora a la vez. Detrás de esos “simples” octógonos negros de advertencia, hay que comprender que la principal crisis del sistema alimentario, tiene que ver con la sustentabilidad en la producción, con la equidad en la distribución y con la comensalidad en el consumo de alimentos, como los tres grandes ejes del sistema. Relacionando el etiquetado frontal con la lectura del último libro de la Dra. Patricia Aguirre (antropóloga, investigadora y docente UBA), donde señala el efecto devastador sobre los ecosistemas, podemos decir, que estamos “devorando el planeta”. La alimentación es producto de las relaciones sociales, pero también es signo de época, y, por lo tanto, puede ser modificada. La forma en la que nos alimentamos está en crisis, y está poniendo en crisis el planeta. No es un problema de escasez (nunca hubo tanta comida en el mundo), sino de distribución: una parte de la población está sobrealimentada, mientras que la otra, pasa hambre. Es también una crisis de diversidad, porque perdimos la variedad, y hoy solamente 8 especies explican el 70% del consumo de alimentos de 7.500 millones de personas. Y es, finalmente, una crisis de sustentabilidad: el sistema alimentario destruye nuestro entorno, y pone en riesgo el futuro de la especie. En esta época de productos ultra procesados, comida chatarra y gastro-anomia, la definición de Claude Lévi-Strauss sigue vigente: “para comer la comida, primero hay que pensarla como tal”. Es por ello, que el consumo conspicuo incluye los 3 ejes: producción, distribución y servicio; en donde se evidencian las fallas del sistema alimentario. Dicho consumo conspicuo es superficial, no necesario, prescindible con calorías sin valor nutricional y abundantes en aditivos químicos; son también consumidos por “caprichos simbólicos” (llegan desde muy lejos con alta huella de carbono) y, también, son consumidos a las apuradas, de manera instantánea, muchas veces a solas, mientras la atención está puesta en hacer otra cosa, en cualquier momento y lugar. La comida no es algo aislado, sino un producto de las relaciones sociales, del sistema económico, y hasta de los valores de la sociedad. Es un hecho social total. Para entenderla, entonces, es necesario dejar de lado las miradas simplistas y las consignas vacías, y explorar la complejidad de un tema en el que se entrelazan las finanzas, el capitalismo, la geopolítica, el metabolismo, el hábitat y los imaginarios globalizados. No podemos separar la manera de comer de la manera de vivir en sociedad. Existe una sinergia entre el subsistema agroalimentario y el subsistema económico político que son los determinantes de la cocina y de la comida. Y estas formas de comer y de vivir determinarán la manera en que esa población enferme y muera. Abordar el sistema alimentario como sistema complejo con capacidad de equilibrarse y de autoorganizarse nos permite ver como alimentación, economía, política y epidemiología se condicionan mutuamente. Los Estados, las comunidades y los individuos podemos cambiar al mundo, y nuestro modo de relacionarnos con él, a través de nuestra forma de comer.
*Lic. En Nutrición (MN3190 – UBA)
Prof. Regular Titular Cátedra de ASA – Facultad de Medicina (UBA)
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