Decía un pensador oriental:
“Si no estás tomando decisiones, estás perdiendo el tiempo inútilmente.”
La toma de decisiones siempre es vista como un lugar de poder o de mando, pues bien, nosotros ocupamos ese mismo lugar en nosotros mismos – o por lo menos deberíamos. Se cree que saber tomar decisiones a tiempo nos da la posibilidad de acercarnos a nuestra meta o a nuestro destino, es una posibilidad. Podemos tomar la decisión equivocada. Acertada o errada las decisiones tomadas son las que nos configuran o conforman, como “entidad humana” y nos forman el carácter. Sin derecho a equivocarnos, sólo seriamos algoritmos electrónicos atrapados en la Red.
Las decisiones que tomamos como individuos son las que nos hacen responsables de nuestros actos y las que nos dan el conocimiento necesario para corregirlos o profundizar en ellos. Sin decisiones esta experiencia no nos nutre y nuestro mundo se contrae a solo un “estar” o un “pasar”, sin realmente enriquecernos con la experiencia. Quedando atrapados en un “deberíamos”…o… “si hubiéramos…” ya que las decisiones las toman otros por nosotros y la experiencia, entonces, la capitaliza otro. Cuando no tomamos las decisiones nosotros mismos, la vida las
toma por nosotros.
El mundo sigue, la historia continúa, plagada de decisiones mal tomadas y algunos aciertos. También el sabio decía, que “para Hacer, primero hay que Ser”.
La ciencia sagrada de Los Elementos, dice que el Ser humano es el Quinto Elemento ya que ha logrado el equilibrio entre los 4 Elementos base, Fuego-Agua-Tierra-Aire. El desequilibrio entre los 4 elementos, da como resultado a hombres de Fuego, de Agua, de Tierra, de Aire, que, al no estar en equilibrio, generan caos y destrucción en el mundo. El Ser Humano tiene el poder de reparar, equilibrar y sanar el planeta. Recuperándolo de la ambición y la arrogancia del hombre de Fuego. De la angustia y el miedo del hombre de Agua. De la testarudez y la ceguera del hombre de Piedra. De la sofistiquería intelectual interminable del hombre de Aire que llena el universo de palabras huecas. Porque… alguien tiene que tomar las decisiones.
Las decisiones que tomamos como especie o como nación nos involucran a todos y nos hace responsables de las consecuencias que vivimos. Podríamos pensar que las decisiones las tomaron otros por nosotros y eso nos liberaría de responsabilidad, pero seguramente los que están tomando las decisiones por nosotros, están allí por nuestras decisiones anteriores, tomadas en su mayoría sin advertir sus consecuencias. Tomar buenas decisiones puede ser un poco cuestión de suerte… además de otras cosas.
Se dice que Napoleón buscaba a sus generales, además de por sus capacidades, por su suerte, algo que muchas empresas también estudian en el perfil de sus CEOs. “El Sabio gobierna su Estrella, El Ignorante es gobernado por ella”, sí, el sabio oriental otra vez…que también dijo que “Siempre hay que tomar las decisiones con el corazón, es quien pesa el alma de la razón”. Tomar decisiones por interés, por placer, por amor o por deber, nos pueden envolver en el mayor o el más trágico de los errores, porque nuestra mente esta nublada por ese deber, interés, deseo o pasión. “Cuando tomamos decisiones desde el corazón, no hay ni error ni remordimiento”, “O teníamos algo que conquistar de nuestro espíritu o teníamos algo que aprender de nuestras andanzas por la Tierra”, decía otro sabio oriental, …o el mismo…
Lo cierto es que deberíamos estar tomando decisiones desde el corazón. ¿Podremos?
Ignacio Conde
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