La paradoja del consumo nos sumerge de lleno, una vez más, en otra gran contradicción que atormenta la mente de políticos, científicos, profesionales e investigadores. Especialistas que intentan abordar este tema sin poder alcanzar una aparente solución; como sostener y promover el consumomotor del progreso y el desarrollo en todos los ámbitos de este sistema global- y al mismo tiempo detener la depredación y contaminación indiscriminada del medioambiente que nos pone frente a un abismo infranqueable, el de la devastación total de nuestros recursos más preciados: aire, tierra y agua limpia.
Es de vital importancia virar hacia un consumo consciente y responsable. Para ello, debemos empezar a separar la paja del trigo en una inmensidad de productos que simulan ser buenos para nosotros, pero que en realidad no lo son tanto.
Saber qué es beneficioso para mí y el entorno – aquello que me hace bien y genera menos consecuencias nocivas para nuestras familias y el medio ambiente – es lo primero a determinar.
Se ha vuelto indispensable tener conciencia e informarnos, no dejarnos engañar por la publicidad y exigir estrictas regulaciones para las grandes industrias. Es bueno saber quién está detrás de los productos que consumimos, pues es a ellos a quienes estamos ayudando con nuestro dinero. Muchas corporaciones sacan productos “verdes” para lavar la cara de una “Industrial Global Ecocida”.
La depredación de los mares ha sido tan devastadora que el 60% de su fauna ha desaparecido y el restante está contaminado con metales pesados, químicos y radioactividad. Los monocultivos y la producción industrial de alimentos han contaminado la tierra con tóxicos y químicos nocivos para la mayoría de la flora, fauna y comunidades humanas. Estos químicos llegan a las napas profundas y a todos los arroyos y ríos que desembocan en el mar.
La tierra contaminada es arrastrada por el viento llevando restos de pesticidas y agrotóxicos a lugares insospechados, donde se consideran preservados por ausencia de cultivos en la zona. Pero el aire no está exento de esta contaminación ya que no sólo se fumiga desde el aire con aviones, sino que la mayoría de los gases que se emiten en los cultivos y en la industria se esparce por el aire; sumándose a la contaminación que aviones y automóviles descargan en la atmósfera llegando a índices de contaminación nunca antes vistos.
La industria alimenticia y de indumentaria, como también la de cosmética e higiene, han comenzado a principios del siglo pasado una escalada que hoy en día ha superado todo tipo de especulaciones al respecto y no parece que pretendan aminorarla, sino incrementarla. Generando depredación y devastación tanto en la naturaleza como en las sociedades del tercer mundo. Esto es debido a la gran demanda de dichos productos y a la monopolización de sus manufacturas por unas pocas empresas trasnacionales.
Debemos y tenemos la obligación de informarnos, de ser responsables y conscientes de lo que consumimos, si no, colaboramos con nuestra propia destrucción y la del medio ambiente.
¿Cómo pensamos un consumo responsable o consciente en este estado de cosas?
Ya no basta con comprar productos saludables, es necesario un compromiso más profundo. Nuestra realidad nos exige tomar conciencia, pero también tomar partido y compromiso con este estado de situación. No podemos detener el consumo sin dejar en la calle a millones de personas sin trabajo y sin un sustento para sus familias, por lo que debemos abogar por un consumo responsable, para ello es necesario discriminar entre un buen consumo y un mal consumo.
El consumo responsable nos exige un autoexamen. No basta con comprar un producto saludable si lo que hacemos es acumularlo en cantidades superiores a las que podemos usar; entonces se vuelve irresponsable. Si no nos informamos sobre sustitutos menos contaminantes o que utilicen menor cantidad de recursos para su fabricación, difícilmente podamos elegir responsablemente.
Es un asunto y una responsabilidad que nos atañe a todos, y si bien todavía existen muchos puntos ciegos respecto a la temática, podemos y debemos develarlos en conjunto, la humanidad en su totalidad. Si no asumimos el compromiso, estamos siendo cómplices de la devastación, estamos perjudicando a todos nuestros seres
queridos y al planeta.
Ignacio Conde
conde@boti-k.com
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