Al rededor del descubrimiento del arbusto Camellia sinensis hay muchísimos relatos, si fue el llanto de Buda por los graves problemas a los que se enfrenta el hombre lo que lo creó; o una hoja que cayó sobre el agua hirviendo del emperador chino Sheng Nong no sabemos; lo que sí sabemos es que unos 200 años a.C. en China comenzó a expandirse el consumo de té. Originalmente era consumido como medicina. Fue en la dinastía Tang (al rededor del año 600) cuando alcanzó su edad de oro, fue incorporadose como bebida refinada por las clases acomodadas y se consagró con el libro de Lu Yu sobre el té y el arte de su preparación.
En el siglo VII el té llega a Japón, aunque no se expande rápidamente, solo el emperador lo tomaba, ya que era muy valioso. Algunos años más tarde comenzarán a producirlo y a construir una cultura al rededor del consumo de la infusión.
Se estableció una ruta por Asia por la que se llevaba el té en caballos y se lo distribuía por China y el Tíbet. Con las invasiones mongolas se siguió expandiendo el consumo de la bebida. Fue recién en 1619 cuando llegó por primera vez a Europa. Una compañía holandesa comenzó a importarlo y en menos de 20 años ya era una bebida de moda en Europa.
En 1650 llegó a Estados Unidos a la colonia Nueva Amsterdam instalada en Nueva York y tendría un rol protagónico años más tarde en la independencia de este país de Gran Bretaña debido a sus altos aranceles.
En el siglo XVII se establecen muchas de las tradiciones británicas en torno al consumo de té que hoy conocemos como: el «Early Morning Tea» en el desayuno, más tarde «Nice cup of tea», a las 5pm «Five o’clock Tea» y por la noche el «High Tea». Para maridar la bebida con alguna comida se desarrolla una variedad de muffins, scons y mermeladas. Y aunque no hay una ceremonia espiritual como en China o Japón, el tomar el té es ritual en Inglaterra y en todo el mundo.