En estos tiempos –más que nunca- tenemos que ocuparnos de derribar barreras.
Y me refiero principalmente a las barreras mentales. A esas creencias, colectivas o personales, que con su peso establecido no nos dejan avanzar. Y en el peor de los casos nos impiden vivir felices. Pienso que todos cargamos alguna de esas barreras, aunque en un primer momento lo neguemos y nos digamos: yo estoy libre. Lo más increíble es que muchas de esas barreras/cargas las vamos creando nosotros mismos. Por ejemplo cuando hacemos algo contra nuestra voluntad, para dejar contenta a otra persona. O cuando aceptamos un trato que sabemos va contra nuestros intereses. O cuando nos queremos convencer de que algo que nos hace infeliz sucede por nuestro bien.
Barreras hay muchas y de todo tipo: raciales, culturales, afectivas, sociales, económicas, religiosas… Pero todas consiguen un mismo fin: impedirnos ser felices y auténticos.
No quiero decir con esto que tenemos que ir por la vida faltando el respeto o quebrantando leyes. Hablo de otra cosa. Hablo de reconocernos, de aceptarnos como seres que vamos mucho más allá del cuerpo que nos sirve para conectarnos e interactuar cada día.
Me refiero a que comprendamos que somos nosotros mismos los que vamos creando a cada instante las circunstancias que la vida nos va mostrando.
Y que si los sucesos son desfavorables (barreras), hay dentro de nosotros un increíble potencial que nos está esperando para que acabemos con lo que nos molesta.
Claro que es más fácil dejarse llevar y echarle la culpa a las circunstancias, o a los demás. Ese es el camino del «no me esfuerzo».
Y es el camino según el cual actuamos como los animalitos, que aceptan los hechos porque no tienen la capacidad de reconocerlos e influir sobre ellos.
Y te cuento la que me parece más grande de todas las barreras que existen: La de la separación. ¿Sabés cual separación? Esa que nos hace pensar que cada uno de nosotros es una isla.
Me parece que es la barrera más difícil de superar. Tal vez sea la barrera clave que tenemos que trascender.
Saber que todo lo que hacemos a otro, también nos afecta… Intentar cada día ver a los demás como una extensión de uno mismo… Comprender que todos evolucionamos juntos y sólo juntos llegaremos a la victoria final (llámese como se llame esa victoria)…
Ponernos en el lugar del otro y aceptarlo sin juzgar… Son algunas de las maneras en que podemos derribar esa barrera que nos separa… de nuestro verdadero ser.
Marta Susana Fleischer