Generalmente no pensamos que los alimentos tengan una gran influencia en nuestro organismo, sino si nos gustan o no, pero hay que recordar que el dicho “somos lo que comemos” enunciado años Antes de Cristo por los griegos es una afirmación muy cierta, que surgió de la observación de los médicos de esa época…
¿Por qué comemos? Antes, porque era la hora de nutrirse: desayuno, almuerzo y cena nos proveían de los alimentos naturales que necesitábamos para saciar nuestro apetito. Estos alimentos eran, en general, obtenidos en las cercanías y sin sustancias extrañas agregadas, como son los xenobióticos – palabra derivada de xeno, que significa “extraño”.
Nuestro organismo está genéticamente preparado para alimentarse con nutrientes: macronutrientes, formados por grandes moléculas, que pueden distinguirse a simple vista e incluso tocarse: carnes, azúcares o hidratos de carbono y grasas y estos nutrientes nos aportan los componentes que conforman los distintos órganos del cuerpo: piel, músculo, huesos, sistemas nervioso y digestivo…y, sobre todo, del Sistema Inmune, encargado de la defensa del organismo.
Pero si bien los macronutrientes son importantes, también necesitamos los denominados micronutrientes -micro, de pequeños-, conocidos desde hace poco tiempo -no más de 2 siglos, y son las vitaminas y minerales, que producen la energía necesaria para permitir que cada célula cumpla con sus funciones vitales: el mantenimiento de una vida sana.
En el siglo XX se encontraron otras moléculas más pequeñas aún, también relacionadas con el mantenimiento de la salud en el hombre: como están presentes en los vegetales, se denominaron fitonutrientes, es decir, nutrientes que sólo pueden obtenerse comiendo las plantas.
Se encuentran en las raíces, hojas, flores, semillas… de la mayor parte de las plantas, se relacionan con la salud y la alimentación, y son todavía más pequeñas que los micronutrientes: todavía no pudieron ser aislados en su totalidad, pero si metabolizados y absorbidos por el organismo para mantenernos saludables.
Según los nuevos estudios realizados por importantes centros nutricionales, para mantener el equilibrio alimentario, y, por ende, tener el peso que corresponde a cada persona y a su edad y actividad, sólo tenemos que utilizar una fórmula muy sencilla.
Se basa en la proporción de los alimentos que conforma cada plato, sin eliminar ningún nutriente, por el contrario, es posible reincorporar algunos, sobre todo aquellos que se excluyen cuando nos proponen el cambio alimentario, como los sabores dulces y los grasos.
Este tipo de alimentación nos permite tener una alimentación variada, según las necesidades, las estaciones del año y -¿por qué no?- los gustos de cada persona, teniendo en cuenta también las necesidades de nutrientes propias de cada ser.
En la práctica, los nutrientes más importantes se relacionan con los vegetales: la alimentación vegetariana cubre todas las necesidades nutricionales, salvo la vitamina B12 que es producida sólo por los animales.
La naturaleza creó para compensarla un producto de las aves, el huevo, que, al no ser fertilizado, no se convierte en animal, y es un alimento muy completo en cuanto a los nutrientes que contiene: la clara tiene todos los aminoácidos -elementos formadores de proteínas- y la yema es rica en vitaminas A-D-E-K, colina -nutriente esencial para el cerebro-; vitaminas como B9 -ácido fólico-, B12 -cobalamina- e hierro: mejoran problemas de anemia, sobre todo en la mujer embarazada.
Al comer el huevo de gallina que no está fertilizado: No estamos matando a un animal!!
Por eso se aconseja, sobre todo en el embarazo, que la mujer coma 1-2 huevos –orgánicos si es posible, para evitar la anemia.
En este tiempo en que tenemos tantos alimentos que no nos alimentan, como los ultraprocesados, tenemos que cuidar más nuestra salud y la de nuestros hijos, a través de una alimentación que nos nutra.
La Asociación Argentina de Médicos Naturistas les desea un FELIZ AÑO 2022!!
Dra. Elba Albertinazzi
Asoc. Arg. de Médicos Naturistas
www.aamenat.org.ar