Cuando nacemos, e incluso antes, se nos incentiva con canciones, juegos, juguetes. Así empezamos a hablar, a caminar, a razonar. Vamos creando nuestro yo, conociéndonos y conociendo el mundo que nos rodea. Pero a medida que van pasando los años, dejamos ese mundo mágico que nos inventábamos cada vez que salíamos a jugar. He transitado con frecuencia espacios de recreación, siendo incluso el campo en el que me muevo desde lo profesional. Lo más frecuente es que la palabra “recreación” se la relacione directamente con niños y niñas, o adultos mayores .Es llamativa la poca relación que hay entre recreación y adultos, grupo que no entra ni en jóvenes ni en mayores . Parecería que no hay lugar para el juego. Sucederá porque el tiempo se divide entre la crianza de hijos, o la producción económica, o el trabajo de la casa? La boragine diaria es agotadora.
Es por esto, entre otras cosas, que la recreación encuentra su lugar común entre niños, niñas, adolescentes y personas mayores, ya que son incluidas “naturalmente” en el grupo “no productor”. Y claro, dirían muchos, la recreación y el juego no son cosa seria.
Cuando hablamos de recreación, en seguida pensamos en jugar. No obstante, la recreación en sí, incluye mucho más que el pleno jugar por jugar, lo cual no es poco importante y es, además, su vehículo primordial. La recreación se mueve por muy diversos campos y transita espacios de alegría, introspección, preguntas, razonamiento, valores, comunicaciones, vínculos. De esta manera, tiene tanta importancia en los primeros años de vida y en la adolescencia ya que nos ayuda a crecer, a conocernos, a aprender valores y compartir la vida en sociedad armónicamente, a poder comunicarnos y expresarnos. Y, en la llamada tercera edad, es muy importante para mantener las capacidades cognitivas, para no perder el contacto con otras personas, para festejar el seguir vivos, no entrar en depresiones y seguir proyectándonos aun cuando social y cultural aísla.
Hace poco, en un taller con mujeres mayores, les pregunté: qué significa para ellas JUGAR? Algunas de sus respuestas fueron: ganar, armar, respuesta, alegría, liberarse; y frases como: “me parece ser joven”, “hace que me olvide de todos los problemas”, “soy feliz jugando a cualquier juego”.
De sus respuestas se traslucen muchas cosas, pero lo que me pregunto es: ¿acaso todo esto está excluido solamente a ser vivido por infantes y mayores? Ser feliz, liberarse, encontrar respuestas, elevarse al más allá por un rato no es algo que solo algunos grupos puedan vivenciar.
Quizá, pasada la niñez y la adolescencia y dentro de esa rueda que parece no parar de girar, creamos que ya no hay nada por aprender, que lo sabemos todo y lo que no, lo aprenderemos casi por casualidad. Y muchas veces, no tener un momento para sí o para la familia o amistades, puede afectar nuestros vínculos generándonos incluso altibajos emocionales. Es común escuchar a personas adultas sentirse insatisfechas aun cuando han logrado cubrir todas sus necesidades económicas. Por eso, la recreación, en esta etapa de la vida nos ayuda a mantener la autoestima, conservar redes sociales reales, encontrar vías de expresión individual, familiar, social, de pareja, nos mantiene saludables tanto física como mentalmente, hallamos satisfacción personal, nos desarrollamos espiritualmente y podemos lograr una armonía entre el trabajo y la vida. En la familia, jugar es un medio excelente para romper barreras intergeneracionales, para estimular a las emociones positivas, para conocerse y construir espacios de encuentro, diversión, dispersión conjuntamente.
En Buenos Aires, existen las llamadas noches de juegos de mesa para adultos. Encuentros en distintos centros culturales donde un grupo de recreólogos y recreólogas llevan juegos de muchas partes del mundo. Mujeres y hombres adultos se encuentran a jugar. Se puede ir solo y sentarse en una mesa con gente desconocida o acompañados. Hay juegos para todos los gustos: de competencia, de estrategia, de grupo, clásicos, modernos, cooperativos, solitarios y muchos más, pero sea como sea todos son divertidos. Una salida diferente, creadora y que nos proporciona no solo el placer de jugar y conocer personas, sino también ejercitar nuestra mente, estimular las capacidades cognitivas. Porque cuando jugamos juegos de mesa, mejoramos nuestra movilidad y agilidad, estimulamos la percepción sensorial, ejercitamos la atención, comunicación, fluidez verbal, memoria, coordinación, desarrollamos la creatividad y la imaginación, aprendemos, reducimos el estrés y la ansiedad.
Una vez me hicieron esta pregunta sacada de un libro “¿cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?”. Hoy te hago la misma pregunta. A veces, es difícil de responder, lleva mucho tiempo encontrar eso que fue nuevo en tu vida. Pero es importante parar, poner un momento el freno de mano y mirar, ver, escuchar, sentir. Reconocer el sonido de un pájaro o el aroma de una flor, mirar lo mágico del cielo o jugar. Porque sí, porque nos da placer.
No perdamos el juego en ningún momento de la vida.
Gisela Medrano /CONVIVIR