Platanus x hispánica

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Beneficios ecológicos que quizás ignores

Estornudos, ojos rojos… la primavera en las calles de Buenos Aires tiene ese “qué sé yo” de amor/odio con la arboleda de Plátanos (Platanus x hispánica) que dos meses al año se vuelve tan molesta. Pero atención: los beneficios que nos brindan son tantos que bien vale aguantarse la pelusa. 
En esta ciudad se asocia al “plátano” como uno de los responsables de que miles de personas sufran síntomas alérgicos durante la primavera. Un estudio argentino concluyó que, del total de pacientes con rinitis alérgica, aproximadamente el 8,3 % presentó sensibilización a pólenes de este género (Platanus acerifolia = sinónimo de P.× hispanica). 
Se estima que en la ciudad de buenos aires hay alrededor de 75.000 ejemplares de plátano, lo que equivale a aproximadamente el 15 % del arbolado público de alineación. En ciudades como Rosario los vecinos conviven con cerca de 12.000 plátanos, es decir alrededor de un 5 % del arbolado urbano. O su presencia fuerte en el arbolado público de la ciudad de Mendoza nos muestra su resistencia y adaptación a los distintos climas y geografías 
Según datos botánicos se adapta a temperaturas de −15º C a más de 40º C.
Tolera tanto ambientes secos (si tiene agua profunda o riego) como atmósferas contaminadas y compactación del suelo.
Soporta podas fuertes y rebrote vigoroso, lo que lo hace ideal para calles y avenidas.

Ecológicamente: un árbol gauchito 
El plátano de sombra se utiliza ampliamente en entornos urbanos por varias razones:
Captura de dióxido de carbono (CO₂) y almacenamiento de carbono, contribuyendo a la mitigación del cambio climático urbano.
Filtración de partículas en suspensión y mejora de la calidad del aire, dado que sus hojas grandes y estructura favorecen la deposición de polvo y contaminación.
Regulación térmica y confort: mediante la sombra se reduce la radiación sobre pavimentos y fachadas, lo que puede bajar la temperatura ambiente local y reducir el consumo de energía para climatización. 
Mejora del paisaje y el bienestar social: los árboles densos mejoran la calidad del espacio público, fomentan estadías en la calle, encuentros, disminuyen estrés visual, y contribuyen al vínculo con la naturaleza en entornos urbanos.
Biodiversidad: aunque no es nativa, sus copas y troncos albergan insectos urbanos, aves, y aportan microhábitats en el entorno urbano.
Su función es parte de la llamada “infraestructura verde” de la ciudad, no sólo decoración, sino componente activo del sistema urbano sostenible. Entonces paciencia con las pelusas y un poquito de gratitud para con estos gigantes. 

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