Nadando en un mar etéreo, confundido entre miríadas de entidades semejantes, todos similares, espera nuestro verdadero Ser. Cuánto en común tendremos con nuestro verdadero Ser, cuántas diferencias habremos ido forjando a lo largo de la vida, que nos alejaron e incrementaron las distancias.
Los hechos cotidianos nos atrapan y encadenan circunstancias sin parar. Y todos nos vamos quedando sumergidos sin querer, o sin saber. Pareciera que la vida está diseñada para hacernos olvidar nuestro origen. Y no nos conviene estirar las
distancias, distraernos y alejarnos de aquello que verdaderamente somos. Haciéndole el juego a aquello que nos impide ser dioses.
Porque eso es lo que somos, una parte de Dios evolucionando. Y es bendito el momento en que nos damos cuenta de que todas las experiencias que se nos presentan son diseñadas para la propia superación. Y no, no hay casualidades. Por alguna razón nos pasa lo que nos pasa. Y tenemos los parientes que tenemos, y se presentan las experiencias que necesitamos para aprender.
Y los que nos rodean funcionan como un espejo, en ellos vemos lo bueno y lo malo que hay en nosotros mismos. Y lo que nos disgusta en los demás es lo que hay en nosotros oculto y no lo queremos reconocer.
Como si el planeta fuera un gigantesco tablero y todos sus habitantes las piezas de un mágico juego. Termina un partido y empieza el siguiente. Con la diferencia que en este imaginario juego todos somos ganadores. Porque absolutamente
todo lo que vivimos nos sirve, y todo está diseñado para nuestro provecho. Porque aún cuando perdemos (cuando nos enfermamos, o nos maltratan, o nos sentimos desgraciados), estamos sacando ventaja de esa experiencia, aunque no nos guste y nos parezca injusta, nos sirve.
Por eso es positivo que descubramos la belleza que hay en todo, porque todo está diseñado exquisitamente por una inteligencia superior, a la que con nuestra mente limitada no podemos comprender. Y cuando tengamos la información
necesaria, cosechada a fuerza de experiencia, veremos que todo encaja, que todo está diseñado para nuestro bien. Y que, en definitiva, somos ganadores. Siempre.
M.S.F