No volver a la normalidad

En los últimos días presenciamos fotos de la atmósfera más limpia, se reporta en el mundo que los cielos están más celestes, el aire más puro, calles vacías, en algunas ciudades y aeropuertos detenidos. Y no es únicamente la polución del aire lo único que bajó, las emiciones de CO2 efectivamente descendieron un 5.5%. Es el registro de mayor reducción de estas emisiones en mucho, mucho, tiempo.

Algunas reflexiones: 

Hizo falta que llegue el Apocalipsis

Conseguimos bajar el CO2 un 5.5% un triunfo histórico, ¿Pero por qué? ¿Por la preocupación global por el cambio climático? No, por la urgencia en la que ubicó a todo el planeta el surgimiento de un virus que no se puede controlar más que con largas cuarentenas planetarias. 

Un cambio extraordinario, tiene consecuencias extraordinarias

Es espectacular ver cómo tan rápido, tan simplemente se reduce la contaminación, en sólo algunos meses, y es la baja más grande de la que se tiene registro, histórico, imprevisto, extraordinario. Y es precisamente esto lo que preocupa; como una dieta restrictiva que sólo sostenemos algunos días y durante ese tiempo los resultados son increíbles, este cambio no es sustentable en el tiempo y no surge de un cambio de hábitos planetario que vaya a hacer la diferencia a largo plazo, o por lo menos no si no se lo aprovecha como puntapié inicial.

5.5% es histórico, pero debería ser 7.6% todos los años 

Según las proyecciones, para alcanzar la meta en 2050 y que la temperatura no siga aumentando, es necesario descender las emisiones un 7.6% cada año.

¿Y el otro 94.5%?

Los aviones, parte del transporte y algunas industrias están detenidas y un 5.5% se redujo. Para lo detenido que se siente el mundo y la enorme recesión económica que enfrentamos parece poco, ¿no? Entonces que es lo que produce todo ese CO2.

Un 20% de las emisiones de CO2 vienen del transporte, la mayor reducción durante la cuarentena parece venir de este segmento. 

Por otro lado, la electricidad y la calefacción combinadas suman un poco más del 40% de las emisiones y esto sigue utilizándose exactamente igual durante la pandemia, mudamos parte del consumo de las oficinas a las casas. En la mayor parte del mundo las fuentes de producción de electricidad y calefacción no son ecológicas, provienen de combustibles fósiles. En este punto tenemos casi la mitad de las emisiones intactas. 

Las industrias, manufactura y construcción suman un 20%. La industria pesada es de las que más combustibles fósiles utiliza, si bien algunos sectores están detenidos gran parte de las industrias pesadas siguen funcionando.

El punto de detallar esto no es proponer que la industria deje de producir o de existir, ni que dejemos de usar la computadora. En un caso no es realizable ni beneficioso y el otro no va a generar un cambio real. El punto es observar cómo lo que es necesario cambiar es la forma de producir energía para impulsar nuestras máquinas. 

Éxito económico sigue siendo sinónimo de petróleo 

Nos guste o no gran parte de la economía sigue atada al petróleo y mientras no se estimulen realmente otras fuentes de energía más saludables y sustentables eso va a seguir siendo así. 

Observar cuál es el cambio que se da en la pandemia nos pone algo en perspectiva, aunque los individuos consuman menos trasporte y se detengan los vuelos comerciales la contaminación no baja lo suficiente. Esto no quiere decir que la acción individual no sea importante, igual que con el virus, que cada uno respete el distanciamiento y la cuarentena es esencial, pero hacen falta medidas a gran escala, políticas estatales y a nivel global para generar cambios efectivos. 

Sí se podía entonces

Cada vez que se plantea un problema, un conflicto que pone en riesgo las vidas a nivel global pero que resolverlo implica dificultades económicas, la respuesta taxativa es “No es posible”. Y es cierto que los cambios que hoy estamos experimentando para intentar contener una pandemia están teniendo consecuencias económicas terribles. Pero también hay que tener en cuenta que esta es una situación que surgió de un día para otro y requirió de una respuesta de la misma agilidad. Gran parte de que haya habido respuestas tan extraordinarias es esta amenaza tangible y veloz que implica el COVID-19. 

El cambio climático ha ido avanzando lentamente, creció, “esta grande” y necesita que tomemos acción y ponerlo como prioridad.

Ofrecer cambios reales sin dañar la economía es difícil sí, pero no es imposible, hay ejemplos, pequeños, grandes, cercanos, casi utópicos, pero existen. No hay que cambiarlo todo para mañana mismo como con el virus, porque no se puede y porque no va a durar. Pero hay que dejar la cómoda posición de que “es muy difícil hacer algo” y no hacer nada porque un día va a llegar la urgencia como con el COVID-19 y vamos a tener que enfrentarla.

La baja de CO2 que se dio por la cuarentena global no es algo que vaya a ser sostenido en el tiempo, pero debería servir de inspiración para las cúpulas políticas en el mundo, impulsar a los gobiernos a establecer formas para no volver a la normalidad, para no volver a la realidad en que las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan año a año.

Catalina Llarín CONVIVIR

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