Medio Ambiente: Informe sobre las emisiones de GEI 2019- 2020

El Informe sobre la brecha en las emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lleva once años siendo elaborado. El último salió a fines del año pasado; un año en el que la crisis de la COVID-19 trajo grandes perturbaciones económicas y sociales en todo el mundo. La pandemia sí tuvo un efecto inesperado, aminoró de forma pasajera – muy lejos de ser un cambio que vaya a sostenerse – la histórica presión en constante aumento que ejercen las actividades humanas sobre el clima del planeta.

Al igual que otros años, el informe evalúa la brecha entre las emisiones futuras estimadas de gases de efecto invernadero (GEI) si los países llevan a la práctica sus compromisos en cuanto a la mitigación del cambio climático y los niveles de emisiones mundiales de las trayectorias de menor costo que se ajustan al logro de los objetivos del Acuerdo de París relativos a la temperatura. Esa diferencia entre “dónde es probable que nos encontremos” y “adónde necesitamos llegar” se conoce como “brecha en las emisiones”.

¿Vamos bien encaminados para reducir la brecha? Para nada. Si bien las emisiones del 2020 serán más bajas que las del 2019 a causa del COVID-19, la concentración de GEI en la atmósfera sigue al alza y se prevé que la caída inmediata de las emisiones va a tener un efecto prácticamente nulo a largo plazo en el cambio climático. No obstante, las medidas encaminadas a la recuperación económica tras la pandemia han adquirido una magnitud sin precedentes, lo que brinda la ocasión de emprender la transición a una economía con bajas emisiones de carbono que genere los cambios estructurales indispensables para que las emisiones disminuyan de forma continua.

Algunos puntos centrales del informe son:

– Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) siguen aumentando.

En el 2019, y por tercer año consecutivo, las emisiones mundiales de GEI volvieron a aumentar. En el 2019, el aumento fue más pronunciado (2,6%) dado el gran aumento de incendios forestales. 

A lo largo de la última década, los cuatro emisores principales (China, los Estados Unidos de América, los 27 integrantes de la Unión Europea + Reino Unido y la India) han contribuido al 55% de las emisiones totales de GEI. La tendencia general es que los países ricos presentan unos niveles de emisiones según el consumo (las emisiones que corresponden al territorio donde se adquieren y se usan los bienes, no donde se manufacturan).

– La crisis de la COVID-19 solo ha desencadenado la disminución a corto plazo de las emisiones mundiales y no supondrá una contribución de peso a la reducción de las emisiones para el 2030 a menos que los países aspiren a una recuperación económica que incluya una descarbonización enérgica. 

El único contexto en el que las proyecciones muestran una disminución sustancial de las emisiones mundiales de GEI para 2030 es el que se materializaría si la recuperación económica tras la pandemia se tratase como una oportunidad para promover una descarbonización. Los países tienen ante sí una gran oportunidad para integrar el desarrollo con bajas emisiones de carbono en sus planes de recuperación a largo plazo.

– Las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (CDN) actuales todavía están muy lejos de bastar para lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París y traerían aparejado un incremento de la temperatura del planeta de al menos 3 ºC a finales de siglo.  

Si se quieren alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, es imprescindible apuntar mucho más alto. En la línea de las conclusiones de Informes de años anteriores, los Estados en conjunto deben presentar políticas tres veces más ambiciosas si quieren reencauzar su rumbo hacia la meta de los 2 ºC; para que la meta de los 1,5 ºC sea viable, tendrán que multiplicar por cinco el ímpetu de las medidas. 

– La equidad es un pilar fundamental para abordar los modos de vida. Las emisiones del 1% más rico de la población mundial equivalen a más del doble de la suma de las emisiones del 50% más pobre. Para cumplir el objetivo de 1,5 ºC del Acuerdo de París, será esencial que las emisiones debidas al consumo se restrinjan. Eso quiere decir que el 1% más rico de la población tendría que generar unas emisiones al menos 30 veces inferiores a las de hoy. 

La Covid-19 nos mostró que nuestra forma de vivir puede cambiar rápidamente con la acción de los gobiernos, que han impulsan condiciones para que cambien nuestros hábitos y los agentes de la sociedad civil. Es posible que, en muchos países, la pandemia llegue a crear nuevas rutinas que perduren sí se refuerzan con medidas a más largo plazo. 

Al planificar la recuperación tras la pandemia de COVID-19, las autoridades tienen la oportunidad de favorecer que cambiemos nuestros hábitos por otros, con menos emisiones de carbono si interrumpen prácticas muy arraigadas.

Catalina Llarín
CONVIVIR

Fuente: https://www.unep.org/es/emissions-gap-report-2020

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