La mayoría de las personas, sin llegar a los extremos de la búsqueda de la eterna juventud del rey sumerio Gilgamésh, vivirían con mucho gusto el mayor tiempo posible (sobrepasando la edad de 100 años) si supieran que su salud, su físico y sus mentes no se deteriorarían con el paso del tiempo. Pero esto parecería no ser así porque con el avance de la edad emergen poco más de una media docena de enfermedades asociadas a la edad avanzada (cáncer, diabetes, ACVs, osteoporosis, y diversas formas de neurodegeneración y demencia, como esclerosis múltiple, Alzheimer y Parkinson) que echan por tierra esos anhelos de una vida plena pese a la edad avanzada. En la actualidad existe un gran debate académico sobre la posibilidad por primera vez cierta, de evitar o retardar significativamente la muerte producida por causas naturales, es decir la muerte producida como consecuencia de cualquier enfermedad o la muerte producida por el desgaste natural debido al paso del tiempo de las células, tejidos y órganos. Y, es aquí donde entran en juego los probióticos: microorganismos, principalmente bacterias beneficiosas, que ingeridas en las cantidades adecuadas y llegando vivas a sus sitios de acción (por ejemplo, el intestino) producen un efecto, o varios efectos, beneficiosos sobre la salud de la persona que los consume.
El descubridor de los fagocitos y ganador del Premio Nobel de Medicina de 1908 Élie Metchnikoff, el «padre de la Inmunología Celular», fue el primero en relacionar el envejecimiento humano con cambios en la flora o microbiota intestinal (conjunto de microorganismos que habitan en el intestino de las personas). Metchnikoff creía que el deterioro de la salud se debía al enriquecimiento de la flora intestinal con bacterias deletéreas que producían toxinas que atravesaban la barrera intestinal, dañando tejidos y órganos y provocando senilidad; propuso que reemplazar la flora microbiana desequilibrada con una flora amigable para el hospedador a través de alimentos probióticos saludables podría promover la salud y la longevidad. Estas ideas tuvieron cierto arraigo durante las primeras dos décadas del siglo XX, pero fueron abandonadas después de la Gran Depresión, reemplazadas por el uso generalizado de antibióticos y la comida occidental e industrializada como modelo de «dieta civilizada». Cien años después-debido al aumento de la resistencia a múltiples antibióticos, los cuestionamientos a las comidas excesivamente industrializadas y procesadas, y las epidemias emergentes de demencia, obesidad y enfermedades crónicas- investigadores de diversas universidades y centros de estudios internacionales, incluyendo un equipo integrado por investigadores de EE.UU. y Argentina, retoman nuevamente el estudio de la propuesta de Metchnikoff para alcanzar una vida humana más saludable y prolongada a través del consumo de microorganismos beneficiosos. Hoy en día la expectativa de vida promedio en los países de buen bienestar económico se ubica en los 81 / 83 años, estando Japón al tope de esta tabla con una expectativa de vida para sus ciudadanos de 82 / 85 años. En el caso de los argentinos, nuestra expectativa de vida promedio ronda los 79 / 81 de edad. Más importante aún es la expectativa de vida saludable, es decir llegar a una edad avanzada sin sufrir de ninguna enfermedad. Aquí, nuevamente Japón está al tope de la clasificación donde su pueblo tiene una expectativa de vida saludable de 80 / 83 años, es decir que el japonés, en promedio, va a pasar prácticamente toda su vida, hasta el momento de la muerte, sin padecer enfermedades, salvo durante los últimos 2 o 3 años de su vida.
Japón es a la vez el país con mayor número de centenarios y supercentenarios (personas vivas con más de 100 años y 110 años, respectivamente). En la Argentina, la situación no es buena, la expectativa de vida saludable en nuestro país ronda los 67 / 70 años. Esto significa que, en promedio, los argentinos (no todos, pero sí la mayoría) pasaremos los últimos 12 o 15 años de nuestra vida padeciendo alguna de las enfermedades vinculadas a la edad avanzada mencionadas antes. ¿Cuál o cuáles serían los motivos por los cuales un japonés posee una mayor expectativa de vida saludable que cualquiera de nosotros? Una de las claves estaría en la alimentación. En Japón es común el consumo de vegetales fermentados, en particular soja fermentada por bacterias u hongos tal es el caso de los alimentos llamados Natto y Miso, respectivamente. El primero de ellos, el Natto, es un alimento consumido por el pueblo japonés desde hace más de mil años y es llamado por el folclore japonés como el alimento de la longevidad o salud eterna. En él, el poroto de soja, previamente hervido, es fermentado por la bacteria Bacillus subtilis variedad natto. El consumo del natto se ha asociado a muchos efectos beneficiosos sobre la salud, entre ellos por la producción por parte de la bacteria Bacillus subtilis de vitamina K2 (para prevenir osteoporosis y fracturas), nattoquinassa (para ayudar a prevenir ACVs) y regularizar la presión sanguínea, PQQ como antioxidante natural, isoflavonoides beneficiosos para la salud. Pero la significancia del consumo de natto sobre la posibilidad de ayudar a prolongar la expectativa de vida de la persona no fue resuelta hasta hace muy recientemente.
Un estudio que duró casi 15 años, llevado a cabo en más de diez centros médicos de Japón, sobre casi 100.000 participantes, mitad hombres y mitad mujeres, con edades entre 45 y 74 todos ellos sanos al momento
del inicio del estudio, determinó que el consumo de soja fermentada (bajo la forma de miso o natto) pero no soja no fermentada (es decir el consumo de milanesas o ensaladas de soja) podía disminuir la mortalidad causada por cualquier causa de muerte (en especial la muerte debida a falla del corazón y ACV) en un 10 %. Esto significa que entre 100 personas que no consuman Natto al momento en que todas ellas estén muertas, del otro grupo de 100 personas que sí consuman Natto, 10 de ellas estarán todavía vivas. Dicho de otra forma, si la expectativa de vida de una persona japonesa que no consume Natto es 80 años, su expectativa de vida consumiendo Natto aumentaría a 88 años, 8 años más de vida. En otro estudio independiente (llevado a cabo con casi 30.000 participantes) el consumo de Natto disminuyó en un 28 % las muertes a causas cardiovasculares y ACVs. Sin embargo, no “todas son flores” y como es bien sabido los hábitos alimenticios, por más saludables que sean, de un pueblo a otro (especialmente desde Oriente a Occidente) no son nada fáciles de transmitir y en particular si bien el Natto es considerado el alimento más saludable del mundo también es cierto que su típico olor a amoníaco y fuerte gusto a “queso fermentado” lo hacen tal vez el alimento más “feo” para degustar. Del Natto, su principio activo es la bacteria Bacillus subtilis variedad natto. En nuestro país existe un probiótico, único en su tipo, que está formulado en base de Bacillus subtilis natto (Probiótico Kyojin, cepa DG101) que tiene la particularidad de formar esporas muy resistentes. Las esporas poseen la robustez de una roca y la latencia y vitalidad de una semilla. Estando el Bacillus probiótico como espora, es inerte y resistente (no requiere refrigeración y es sumamente estable) pudiendo incorporarse a diferentes alimentos más allá de los probióticos lácticos tradicionales derivados de la leche (yogures probióticos) sin alterarles ni el gusto ni sabor.
La espora probiótica del Bacillus subtilis natto ingerida con algún alimento (sólido o líquido, frío o caliente), sin alterar su sabor, gusto o aroma, atraviesa, con la robustez de una roca, de manera exitosa el ambiente inhóspito del estómago y arriba totalmente viable al intestino, donde a la manera de una semilla germina dando lugar a la aparición del probiótico activo.
Algo interesante sobre Bacillus subtilis, aparte de sus efectos beneficiosos a nivel intestinal, nervioso y metabólico y sobre las bacterias lácticas, es que (al menos en modelo animal) también tiene o mantiene la propiedad del alimento Natto de aumentar la expectativa de vida sana, un resultado que abre una esperanza muy prometedora para los próximos años sobre la posibilidad de poder aumentar la longevidad o expectativa de vida sana de las personas a partir de probióticos esporulados como Bacillus subtilis natto.
Roberto Grau
Dr. en Bioquímica, Pew Latin American Fellow in Biological Sciences, Fulbright International Scholar, Profesor de Microbiología de la UNR e Investigador del CONICET.