Además de su papel en la coagulación, se ha demostrado que la vitamina K es fundamental para la formación de huesos fuertes y saludables. La activación de proteínas que evitan la acumulación de calcio en las arterias ayuda a mantener su elasticidad, lo que contribuye a la prevención de enfermedades cardíacas.
Las fuentes alimenticias de vitamina K son principalmente vegetales. Verduras como el brócoli, la col, las espinacas y la lechuga son excelentes opciones. Sin embargo, la vitamina K también se encuentra en alimentos de origen animal, aunque en menor cantidad, siendo el hígado, los huevos y ciertos quesos algunas de las excepciones.
La absorción de vitamina K requiere la presencia de grasas y bilis, lo que significa que las personas con problemas de absorción intestinal, como quienes padecen enfermedad de Crohn o intolerancia al gluten, pueden estar en riesgo de deficiencia. Aunque no se han documentado casos de toxicidad por sobredosificación natural, quienes toman anticoagulantes deben tener precaución con su ingesta de vitamina K, consultando a un médico.