En algunos ritos para la celebración de los esponsales, se incluye una frase muy sugerente: «Hasta que la muerte nos separe». Siempre me he preguntado
¿de qué muerte se trata? Y también es conveniente preguntarse, a qué vinculo se refiere. Porque hay esponsales decretados por razones de estado, por convenios familiares, o conveniencias políticas, económicas o sociales. Así como asociaciones de «socorros mutuos» y otras llevadas a cabo por el acoplamiento de formas patológicas que juegan como roles complementarios.
Por esto, para analizar la enigmática frase, tendremos en cuenta exclusivamente, la unión fundada en el vínculo del amor mutuo y la libre elección de compartir la propia vida con la de la persona amada. En primer lugar analicemos qué sentido podría tener mencionar la separación –la muerte- en el momento de sellar la unión. ¿Podría significar que se trata de una unión temporal cuyo fin se establece de antemano? Pero si precisamente, quienes se unen por amor quieren y desean que ese estado de felicidad dure para siempre, por qué habría de sucumbir con la muerte de los cuerpos físicos, si la unión no es un hecho material sino psíquico y espiritual. Si, usando un lenguaje figurado, se asegura que solo la muerte podrá disolver el vínculo, es obvio que no se trata de ese acontecer existencial llamado vulgarmente, muerte o fallecimiento, y que implica el cesar de una forma de vida física o material.
¿No es más lógico pensar que la frase se refiere a un «morir» como cese de la experiencia y el vínculo, que pese a la voluntad inicial de los contrayentes, podría no ser para siempre? La vida cotidiana nos permite observar que los cambios son incesantes tanto en las personas como en sus circunstancias.
Estos cambios pueden afectar el fundamento sobre el cual se afirmó el proyecto de unión amorosa. Precisamente, «proyecto» significa algo lanzado hacia delante, hacia el futuro (pro-iectum), como un constante desplegarse de posibilidades de vida. Quizás se afirmen convergencias, o surjan divergencias y se revelen aspectos incompatibles en ambos hacedores del proyecto. De modo que el vínculo podría debilitarse, o desvanecerse como una ilusión o quizás romperse trágicamente. En ese momento sucede una muerte: cesa una forma de vida. Los esposos quedan separados por la muerte del vínculo.
Ese es el límite del compromiso, a partir del cual, los esposos, así como se unieron, se liberan el uno al otro, porque el compromiso es en el amor y mientras el amor lo sustente. Esa es su condición esencial: mientras el amor los una; lo cual es el anverso de la otra declaración: «Hasta que la muerte nos separe».
Habría otra manera de interpretar la frase más afín con nuestra historia cultural.
Particularmente cuando la frase supuestamente la pronuncia el representante de alguna orden que preside u oficia la ceremonia: «Hasta que la muerte os separe» En este contexto tiene el sabor de una «sentencia» y siempre se nos representa una figura de autoridad con el dedo índice levantado.
Esta sentencia establece que si quienes se unieron en el amor, ingresan en un camino de desencuentros, conflictos o divergencias insuperables, deberán seguir juntos hasta la muerte física de uno de ellos. Y mientras esto no suceda, estarán condenados al fracaso, el sufrimiento, la aflicción. Esta sentencia no tiene en cuenta que los humanos han sido dotados de libre albedrío por el Divino Creador y colocados en un escenario dialéctico, regido por la Ley de los
Opuestos, donde el error es una de las conductas posibles, así como el acierto.
La separación por muerte del vínculo es un fin no deseado, pero una posibilidad en el devenir de la existencia. Tampoco es deseado ni querido que las personas queden condenadas a la soledad o a una convivencia opuesta a la salud, la paz, y el bienestar, atados el uno al otro por una exigencia externa, nacida en voluntades humanas, que seguramente no han acampado nunca a la sombra del Árbol del Amor y la Compasión.
Lic. Carlos Papaleo
Mar Athanasios
Curso de Teología Mística