Los mayas creían en la reencarnación. La llamaron Ka’Put-Sigil, que significa “volver a experimentar la vida”. Es a lo largo de muchas vidas que el espíritu acumula las comprensiones sobre el orden inherente en el universo, obteniendo cada vez más sabiduría y perfección. En ese proceso evolutivo nuestro espíritu se vale de muchas almas, muchas personalidades y vidas distintas. Éstas le permiten acumular la comprensión necesaria para “graduarse” y salir iluminado de esta etapa de Ser humano. Los procesos de nuestro espíritu diferenciado –en contraste con los de nuestra alma– son de una escala de tiempo enorme y se miden en Grandes Ciclos Cósmicos: Su transformación de “inocente” en “sabio” le toma aproximadamente dos Grandes Ciclos Cósmicos (52.000 años), tiempo en el cual puede experimentar dos desarrollos distintos –como el de la civilización Atlante y la actual– y, de acuerdo con mayas y egipcios, entre 700 y 1.000 vidas para llegar a la iluminación. Luego –ya como Maestro Ascendido– se toma otros dos Grandes Ciclos Cósmicos enseñando lo aprendido, como guía de entidades encarnadas aún no iluminadas. La iluminación, que es una transformación de Ser humano en Ser de luz, libera de las limitaciones materiales y hace a la consciencia continua, para que jamás vuelva a ser interrumpida por la muerte. Así, pasa a ser una entidad inmortal, que puede entrar y salir voluntariamente de la materia. Sin embargo, continúa evolucionando en otra escala y en otra realidad.
Por correspondencia, el Sol en el Sistema Solar representa al Alma, y el Centro Galáctico en el Cosmos representa al espíritu. El espíritu es eterno y transpersonal, evoluciona con las comprensiones que le entregan una sucesión de almas en muchas vidas. El Centro Galáctico que lo representa, es una entidad que ordena billones de soles y sistemas solares, los cuales conforman una unidad con forma de espiral. Es similar al espíritu, que no está asociado a un solo cuerpo, sino a muchos, de los cuales se vale en cientos de reencarnaciones. Sólo a través de las experiencias en carne propia surgen en nuestro interior las comprensiones y certezas sobre cómo funciona todo a nuestro alrededor. Son los resultados que obtenemos, al decidir libremente cómo actuar ante los eventos que suceden, los que nos permiten aprender –por prueba y error– qué conductas generan armonía, paz interior y felicidad en nuestras vidas. Es precisamente la búsqueda de esa felicidad la que nos impulsa a aprender y a auto transformarnos, en el larguísimo proceso –nos toma muchas vidas– que nos conduce a la perfección y a la iluminación. Encarnamos entonces para experimentar, puesto que es a través de las experiencias que iluminamos nuestras ignorancias y oscuridades. Son éstas las que evidencian las falsas creencias que conforman nuestro Ego y las que transforman un ser ignorante, arrogante, reactivo e insensible, en un ser sabio, humilde, sereno, justo y gentil.
Fernando Malkún
www.fernandomalkun.com