Alberto tiene 49 años, es argentino y vive en Francia desde los 20. En una de sus visitas a su país natal pide tener una consulta médica ya que su hematóloga francesa le diagnosticó Trombocitosis Idiopática (mieloproliferativa). Esta enfermedad se caracteriza por la formación excesiva de plaquetas y muy frecuentemente es de hallazgo casual, a través de un examen de rutina de laboratorio, pues no provoca síntomas clínicos. El valor normal de las plaquetas es de 150.000 a 450.000 por ml. El examen de su laboratorio arrojaba un número de 900.000 plaquetas. Era un hombre optimista, muy exigente no solo con el entorno sino con su propia vida; se definió como muy meticuloso, perfeccionista y era el tipo de persona que lo que se propone lo llega a concretar. A mi pregunta sobre cuál sería la característica más sobresaliente de su persona, me responde que él siempre fue un justiciero, que lleva en su sangre un principio ético muy fuerte y no puede tolerar las injusticias de ningún tipo ya que lo hacen sufrir. Cuando alguien hace mención a un tema como la injusticia, con mucha fuerza puesta en su relato, es muy posible que nos indique la puerta de entrada a su dolor más profundo. Alberto se fue de nuestro país, muy joven, con un dolor muy grande, ya que sufrió una injusticia en el ámbito laboral por lo que fue despedido sin haberle sido dada ningún tipo de explicación. En ese momento decidió que necesitaba hacer un cambio de vida, tramitó la revalidación de su título universitario y emprendió su viaje a Francia, país del cual eran oriundos sus abuelos, quienes vinieron a la Argentina antes de la segunda guerra. Me preguntaba qué había pasado con su familia de origen ya que lo que sucedía en su enfermedad manifestaba algo en su sangre, y como bien se sabe a través de la cultura, cuando se habla de sangre se habla de un tema de herencia de familia. ¿Qué había pasado en su historia? La respuesta surgió luego de varios meses de tratamiento, medicado con una sustancia homeopática llamada Nux Vómica, suministrada en varias potencias, que luego de seis meses regularizó la producción de plaquetas de Alberto. Durante el cuarto mes del tratamiento, ya de regreso en Francia, en una consulta telefónica se produjo el relato de un episodio que estuvo alojado en el inconciente del paciente por largo tiempo. Esta situación que había molestado mucho a su madre durante muchos años eran las infidelidades de su abuelo materno que hizo sufrir mucho a su abuela. Este secreto familiar se lo reveló su madre cuando Alberto era pequeño, en un momento que explotó indignada, rompió en un llanto profundo y le contó esto a su hijo. Alberto no recordó este episodio hasta casi 30 años después, luego de estar en tratamiento conmigo. Lo maravilloso de este relato es ver cómo la medicina homeopática produce una posibilidad de retorno de un material que entiendo que opera como biológico, ya que las plaquetas eran las que denunciaban toda esta cuestión: gran parte de ellas eran inmaduras, como la situación afectiva del abuelo y el presentarse en grandes cantidades no hacía otra cosa que taponar una historia que se había transmitido en varios niveles. A nivel orgánico, por la sangre; a nivel psíquico, simbólicamente. En realidad, la descripción de este mecanismo es a los fines didácticos ya que la operación es de una simultaneidad que no permite separarlos. Los actuales avances de la medicina alopática están orientados a ver qué se hace con lo que se consiguió al poder desarrollar el código genético y eso está bien. Me parece maravilloso, ya que tal vez se podrá mejorar la calidad de vida de mucha gente, pero quiero destacar que la medicina homeopática esto ya lo realiza desde hace más de 200 años y la pregunta que surge es por qué no se publica. Es muy factible que mis maestros hayan puesto el énfasis en el desarrollo y tratamiento sin saber lo revolucionario del método que tenían entre sus manos. Quiero destacar en este sentido, los aportes de profesionales de otras disciplinas como Anne Ancelin Schützenberger o el mismo Bert Hellinger, que sirvieron para poner luz a la terapéutica homeopática, en donde un nieto viene a restituir el tema de la exclusión e injusticia operada en generaciones anteriores, por ejemplo:
Samuel Hahnemann, tenía pleno convencimiento del poder curativo de la homeopatía. Lo que no había podido divisar era el alcance y la dimensión en que operaba, ya que producía una transformación en el paciente que le permitía desactivar núcleos biológicamente heredados y esto es lo verdaderamente revolucionario del método. Creo que con el advenimiento de la física cuántica, las generaciones venideras tendrán la posibilidad de poner más luz en esta operatoria
Dr. Sergio M. Rozenholc