Covid prolongado y el posible rol de la microbiota intestinal y los probióticos en su prevención

Una de las secuelas de la pandemia de la COVID-19 son los problemas cardíacos, fatiga, falta de atención, falla de la memoria, dificultades para conciliar el sueño, insomnio, ansiedad, debilidad muscular, caída del pelo, todas ellas secuelas que pueden manifestarse (no todas juntas, pero sí al menos 2 de ellas) en más de la mitad de las personas que han sufrido COVID-19. Estas secuelas post-COVID pueden aparecer y perdurar entre semanas a meses luego de la recuperación del paciente, independientemente de que su tránsito durante la enfermedad haya sido leve o grave. Precisamente, cuando aparecen estas secuelas se habla del síndrome postagudo de la COVID-19, también llamado “COVID prolongado”. ¿Por qué algunos pacientes sí y otros no manifiestan las secuelas tardías de esta enfermedad? Trabajos recientes de investigación parecen haber encontrado una relación entre la posibilidad de desarrollar COVID prolongado y la diversidad o composición de la microbiota intestinal. Cada persona es portadora de al menos diez microorganismos (principalmente bacterias) por cada célula de su cuerpo. Es decir que cada uno de nosotros, estamos conformados por una mayoría de microorganismos y una minoría de células humanas. Estos microorganismos se encuentran normalmente alojados sobre la piel, en las vías respiratorias, en el intestino, en las cavidades bucal, vaginal, etc. Cada una de estas poblaciones o conjunto de microorganismos o bacterias habitando una determinada parte del cuerpo humano se denomina microbiota y el conjunto de los genes de esa microbiota se denomina microbioma. Así tenemos, por ejemplo, la microbiota del intestino y el microbioma del intestino (conjunto de bacterias y conjunto de genes bacterianos, respectivamente, de ese hábitat particular, en este caso el intestino). Un correcto equilibrio (eubiosis) y diversidad de las diferentes microbiotas (y microbiomas) del cuerpo humano es importante para el mantenimiento de un buen estado de salud, prevenir infecciones y gozar de una expectativa de vida sana. Por el contrario, un desequilibrio de cualquiera de estas microbiotas / microbiomas (disbiosis) puede predisponer a la persona a enfermarse probablemente debido al importante rol de la microbiota en la robustez del sistema inmunológico y su impacto sobre el “segundo cerebro” (red de neuronal que tapiza todo el tracto gastrointestinal) y sobre el sistema nervioso central mismo (eje intestino – cerebro). En los artículos mencionados se encontró que solamente la diversidad de la flora intestinal de la persona y en particular cambios en el tipo de bacterias presentes en el intestino de personas que tuvieron COVID19, podría ser causa de que una persona tenga más chances o no de padecer COVID prolongado. Por el contario, no se encontraron evidencias de que otros factores como la edad, sexo, gravedad de la enfermedad, ingesta de medicamentos, dieta u otra posible variable tuviese algo que ver con el desencadenamiento del COVID prolongado. Poniendo así estos trabajos en evidencia la importancia de poseer una microbiota intestinal diversa y balanceada. Este tipo de asociación entre una microbiota intestinal diversa y balanceada y un buen estado de salud también fue encontrada en estudios sobre la prevención de enfermedades metabólicas (diabetes mellitus), neurológicas (demencias, esclerosis) y autoinmunes (lupus). Entre las clases de bacterias que aparecieron enriquecidas (aumentadas en su número) o disminuidas en personas con COVID prolongado figuran varios tipos de Estreptococcos y clostridios (bacterias “antipáticas” o indeseables, potencialmente patógenas) y bacterias lácticas probióticas (bifidobacterias), respectivamente. Una clase novedosa de probióticos en nuestro país, está representado por Bacillus subtilis (PROBIÓTICO KYOJIN) que tiene la particularidad de formar esporas muy resistentes. Las esporas poseen la robustez de una roca y la latencia y vitalidad de una semilla. Estando el Bacillus probiótico como espora, es inerte y resistente (no requiere refrigeración y es sumamente estable) pudiendo incorporarse a diferentes alimentos más allá de los probióticos lácticos tradicionales derivados de la leche (yogures probióticos). La espora probiótica ingerida con algún alimento (sólido o líquido, frío o caliente), sin alterar su sabor, gusto o aroma, atraviesa, con la robustez de una roca, de manera exitosa el ambiente inhóspito del estómago y arriba totalmente viable al intestino, donde a la manera de una semilla germina dando lugar a la aparición del probiótico activo. Algo interesante sobre Bacillus subtilis, es que favorece el desarrollo y protege al otro tipo de bacteria beneficiosa o probiótica presente en la persona (y que precisamente fue hallada como disminuida en personas con problemas debidos a COVID prolongado: las bacterias lácticas. B. subtilis aumenta la cantidad y actividad de las bacterias lácticas probióticas autóctonas de la persona, y por ende potencia la eubiosis intestinal y su diversidad, algo que podría llegar a ser beneficioso para la prevención de las secuelas tardías o prolongadas de la COVID.

Por Dr. Roberto Grau

Dr. en Bioquímica, Pew Latin American Fellow in Biological Sciences, Fulbright International Scholar, Profesor de Microbiología de la UNR e Investigador del CONICET

NR: referencias relacionas a este artículo en 

https://www.convivirpress.com/covid-prolongado-y-el-posible-rol-de-la-microbiota-intestinal-y-los-probioticos-en-su-prevencion/.
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