Cuando ingresa al consultorio veterinario un nuevo paciente: perro, gato o algún otro animal, ya la cabeza del homeópata está trabajando en pos de encontrar el mejor medicamento para este caso. La forma de entrar, de caminar, de pararse, la estampa de ese animal. Las lesiones que se puedan observar, van ingresando lentamente por los ojos, oídos, nariz del clínico. De ahí la expresión: «tiene un ojo clínico». Es que la función de un homeópata es comparar la película de su paciente en la actualidad, viviendo su enfermedad, con la película más parecida, tomada de un fichero inmenso de cientos de películas producidas por cientos de medicamentos diferentes en humanos sanos, las patogenesias. Lo que produce la enfermedad es lo que va a curar esa enfermedad. La tarea no es fácil, porque debemos saber bien: Qué es lo que hay que comparar. Qué síntomas son los que debemos elegir para la comparación.
Primero se toman todos los síntomas de las esferas mental, general y local.
Qué síntomas tiene que lo trajo a una consulta. Cómo es físicamente y cómo reacciona físicamente: como tolera las temperaturas, el clima, si es sediento o no, si es flaco o gordo, etc. También nos importa su conducta, su temperamento, sus miedos etc.y finalmente la descripción detallada de sus síntomas locales.
Los síntomas son alarmas que se prenden, nos alertan sobre cosas que están pasando en otro lado. Los síntomas son como un dedo que señala a la luna. Muchos se quedan con el dedo, pero lo que hay que encontrar es a la luna. La real causa de la enfermedad.
Sabemos que el cuerpo de los seres vivos, todos los días, recibe miles de noxas agresivas de todo tipo y ese cuerpo genera los mecanismos para evitar que esas noxas produzcan cambios importantes, en el equilibrio que nos da la vida. La homeostasis.
Es que la vida es sinónimo de adaptación, de equilibrio. Si nos desadaptamos nos enfermamos. La unidad funcional del organismo es la célula, y ésta tiene tres formas de reaccionar ante una agresión: Se inflama, crece o multiplica o se autodestruye. Cada una de estas formas están reguladas por su código genético y se van manifestando de acuerdo a la edad del paciente o al grado de enfermedad, o simplemente a la orden que le dan sus genes, que heredaron de sus padres. Esto ocurre en animales de todo tipo, incluidos los humanos. A esta forma de reaccionar, los homeópatas la llamamos miasma o diátesis. Y es muy importante saber en que tipo de diátesis está nuestro paciente, para elegir los síntomas que le corresponden. Un animal puede ser Pulsatilla, Sulphur o Lycopodium, pero reacciona a su enfermedad como Mercurius, Tuberculinum, Carcinosinum o Baryta muriática. Es decir que lo que va a ayudar a curar el problema, será alguno de los últimos y no de los primeros. Es toda una tarea, que mezcla la ciencia con el arte. Por eso nuestra labor es tan difícil y al mismo tiempo tan interesante. Cada caso es diferente y debemos al mejor estilo Sherlock Holmes, encontrar el mejor camino para resolverlo. Si a esto le sumamos los obstáculos a la curación; es decir que elegido el mejor medicamento el paciente no se cura, porque: tiene una mala alimentación, vive en un lugar inapropiado, convive con otros animales que le hacen la vida difícil, no tiene una correcta higiene, su energía está debilitada o desarreglada, etc etc.
Algunas veces el problema se resuelve con el primer medicamento elegido, pero otras veces lo hace luego del quinto medicamento, cuando los otros cuatro fallaron. Es que una de las virtudes imprescindibles para ser un buen homeópata, es la paciencia. Y después de sortear todas esas dificultades, logramos dar con el mejor medicamento y Sas, el caso se cura: la dermatitis va desapareciendo, ya no tiene cistitis a repetición, o convulsiones, o diarreas y vómitos crónicos. Allí es donde generalmente nos dicen: Dr, usted es un Dios y su medicamento milagroso. Exagerados comentarios, pero comprensibles, si vienen de años de corticoides o de antibióticos, u otros tratamientos prolongados e infructuosos. Años de esconder la suciedad bajo la alfombra. Pero debo decirles que ni somos Dioses, ni los remedios hacen milagros. Simplemente, nos aferramos a un método de trabajo, que nos dio un extraordinario científico que se llamó Samuel Hahnemann hace ya más de 200 años y el medicamento homeopático bien elegido hace lo que sabe hacer, ayudar a restablecer el equilibrio perdido. El único problema es encontrar el adecuado.
Como siempre me despido hasta la próxima con salud y alegría.
MV. Jorge S. Muñoz
Médico veterinario homeópata
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