¿Cómo podemos tener empatía por el mundo o por lo que nos rodea, si no somos empáticos ni resilientes con nosotros mismos?
Estamos en un momento cúspide, ya sea que lo veamos desde el fondo del gráfico o en el techo del mismo. Lo cierto es que nos hemos polarizado y vuelto extremistas en nuestro comportamiento como sociedad. Vivimos con un panorama apocalíptico integrado a través de los “medios masivos de desinformación” y eso nos coloca a todos en diferentes extremos de tensión y conflicto.
Somos parte del rebaño o nos convertimos en lobos. Seguimos nuestros patrones instintivos de atacar, o huir y buscar refugio, sin detenernos a reflexionar sobre el “por qué lo hacemos”. Muchas veces no hacen falta ninguna de las dos opciones, si humanizamos nuestra mirada animal instintiva, podremos comprender que el lobo y el cordero están dentro de nosotros mismos y podremos dejar de mirar a los otros como depredadores o “depredables”. Algo fundamental para salir de la programación y empezar a ver el mundo tal como es al ojo humano y no con la mirada del animal en pánico.
La sociedad moderna está en crisis, el futuro nos choca de frente y la tecnología supera la brecha generacional a una velocidad que pone en juego la capacidad y plasticidad neurológica del ser humano promedio. Ya no basta con actualizaciones y cursos básicos, todo apunta a la Inteligencia Artificial y a los implantes tecnológicos para convertirnos en Transhumanos. El viejo paradigma implosiona, mientras el nuevo se nos revela a tientas sin que comprendamos bien cómo salir del caos que se nos prefigura; armonizar con la incertidumbre ya no es opcional, es el único camino.
¿Qué sentimos como individuos ante este nuevo paradigma que se abre y derrumba como un tsunami todas nuestras bases, creencias y principios? A la mayoría nos gusta culparnos a nosotros mismos a través de los demás, como cuando pensamos que la culpa de todo la tienen los humanos. Es como decir, “Somos así, no tenemos remedio” es ahí donde surgen las preguntas. Si lo vemos de otro modo, podremos ser resilientes y empáticos para ser parte del cambio hacia un paradigma superador.
¿Somos así? o ¿Estamos así? Es importante poder discernir sobre esta cuestión porque son dos formas de pararse frente al mundo y a la realidad que nos rodea. Cuando nos paramos por encima de nuestras piernas, y erguidos podemos mirarnos a los ojos, somos un poco más que un Lobo o un Cordero, somos Humanos y no importa como estemos, siempre tendremos una oportunidad de volver a levantarnos para dejar atrás nuestra programación y afrontar nuevos desafíos.
Necesitamos salir de la tensión crónica y permanente en la que vivimos, si no, nos es muy difícil ver en profundidad, solo vemos lo inmediato en la desesperación como si estuviéramos acorralados. Cuando nos recobramos, vemos en profundidad con mirada humana, es entonces cuando miramos las verdaderas oportunidades, nos corremos del interés inmediato y buscamos lo que es bueno para todos. Ser resilientes es darse la oportunidad.
Para salir de este estado es necesario aprender a filtrar la información que recibimos, recuperar la integración sensorial, aplicando filtros a nuestra vida. Practicar el discernimiento para filtrar la información que recibimos a diario para nuestro intelecto, filtrar el agua que consumimos y elegir los alimentos que queremos para nuestro cuerpo, y hasta qué aire queremos respirar. Todos son filtros entre lo que es tóxico o saludable. La práctica de discernir entre lo que nos hace bien y lo que nos hace mal nos ayuda a salir del estrés.
En estos momentos de cambios y transformaciones que está viviendo la humanidad en forma global, es necesario comprender quiénes, y qué somos, más allá de cómo estamos. Si tenemos la fuerza de voluntad de volver a ser quienes somos en esencia y poder ver cómo estamos programados para atacar o huir, podremos dar un paso importante en mejorar nuestro mundo y el de todos.
Ignacio Conde
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