30 de noviembre: Día Internacional de la lucha contra los Trastornos de la conducta Alimentaria (TCA)

Uno de cada diez adolescentes entre 14 y 18 años presenta un trastorno alimentario. Argentina es considerada uno de los países con más casos a nivel mundial, junto a Japón. Se estima que entre el 10 al 16% de los adolescentes y adultos argentinos tienen un trastorno alimentario, siendo más prevalente en mujeres.

Se conmemora el día internacional de la lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria, cuyo fin es generar conciencia sobre dicha enfermedad ya que no sólo trae consecuencias a nivel biológico, psicológico sino también social. Los trastornos alimentarios abarcan distintos tipos de enfermedades: encontramos a la anorexia y bulimia nerviosa, trastorno por atracón y TERIA,(trastorno de evitación/restricción de la ingesta de alimentos ) entre otros.
Se pueden manifestar con una percepción e insatisfacción de la imagen corporal, conductas dietantes y compensatorias a la ingesta de alimentos, temor a determinados alimentos, comportamientos relacionados con la apariencia. La presión social, internalización del modelo estético, ideal de belleza que fomenta la sociedad y los medios de comunicación, la realización de dietas restrictivas, el sobrepeso, y la insatisfacción corporal, son algunos de los factores de riesgo que pueden predisponer a la aparición de un TCA. Las consecuencias pueden ser desde piel seca, cabello opaco y caída de este, debilidad, alteraciones óseas, déficits vitamínico-minerales, problemas del crecimiento y desarrollo, y en los casos más graves hasta pueden llevar a la muerte.  Más allá de acudir a profesionales de la salud, a continuación, algunas consideraciones a tener en cuenta si se sospecha en su entorno de un TCA: Evitar realizar comentarios sobre el cuerpo, aun considerando a estos como algo positivo. Es importante entender que lo que para uno puede ser un simple comentario, para otro puede fomentar y mantener el trastorno.  No utilizar alimentos como premio ni castigo, ni referirnos a ellos como malos o buenos. Hacer referencia a un alimento como algo malo que se da como castigo solo puede profundizar el temor y reafirmar el trastorno. No juzgar el comportamiento o elecciones alimentarias de una persona, así como tampoco obligarla a comer ni a no hacerlo.  Es importante no recomendar la realización de dietas. Una dieta restrictiva no es para todos. Estas, de no estar acompañadas o indicadas por un profesional, pueden favorecer al desarrollo del trastorno, generando insatisfacción, frustración y sensación de incapacidad para llevar a cabo una relación saludable con la comida.
Quitar el foco del número que marca la balanza. Recordar que el peso por sí sólo, no es sinónimo de salud ni de enfermedad. Hacer foco en la calidad de alimentos más que en las calorías.
Entender que para una persona y especialmente en los niños, los padres, hermanos y su núcleo cercano, son ejemplo. Todo comentario o acción en relación con su cuerpo y alimentación se va a internalizar como propio, por lo cual es importante tomar consciencia sobre cómo nos tratamos y qué le estamos haciendo llegar a nuestros seres queridos sobre cómo deberían tratarse.
Escuchar y acompañar es la mejor forma de ayudar. Brindar un espacio de contención donde la otra persona se pueda sentir cómoda para hablar.
Es importante no esperar a que aparezca un trastorno para tomar estas acciones en cuenta. Los trastornos alimentarios suelen requerir un largo periodo de tratamiento, sin embargo ¡tienen cura! El mejor tratamiento es aquel que está dirigido por un equipo interdisciplinario y un entorno familiar predispuesto a escuchar y acompañar el proceso.

Por Lic. Camila Belén Enrique
(MN: 10891) – Equipo de New Garden

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