No son tiempos fáciles para varones ni mujeres. Nosotras hemos conquistado el mundo masculino y los varones han perdido sus identidades históricas. Necesitaremos algunas generaciones para volver a situarnos en un mundo sin reglas fijas.
La paternidad también ha dejado desubicados a los varones. Hay un aparente consenso respecto a los papás modernos que cambian pañales, que juegan con los niños o ayudan en las tareas domésticas. Y no mucho más.
Sin embargo, devenir madre o padre es por sobre todo, dejar de lado las prioridades personales y poner toda nuestra capacidad altruista al servicio del otro. La madre sostiene al niño. Y el padre sostiene a la madre. Al menos es lo que hay dentro del sistema de familia nuclear, que está lejos de ser el ideal para la crianza de los niños.
Pero las mujeres solemos confundir “sostén emocional” hacia nosotras con “ayuda concreta en la crianza del hijo”. Son dos situaciones bien distintas. Una madre sostenida puede sostener al niño. Una madre desamparada se “ahogará en un vaso de agua”, y reclamará desde la soledad cualquier cosa, en cualquier momento, sin lograr nunca quedar satisfecha, aunque el varón intente bañar al niño, lo lleve de paseo o se despierte de noche para calmarlo. Esto provocará el desconcierto del varón que no sabrá más qué hacer para tranquilizarla.
Si un papá cambia un pañal, está muy bien. Pero la condición excluyente para un funcionamiento familiar equilibrado, es la de operar como sostenedor emocional de la madre. No es necesario que el padre esté dentro del torbellino emocional, porque no es su función. Al contrario, se necesita alguien que mantenga su estructura emocional intacta sosteniendo el mundo material para que la madre no se vea obligada a abandonar el mundo emocional en el que está sumergida. El padre no tiene que maternar, tiene que sostener a la madre en su rol de maternaje.
Tengo dos sugerencias para los varones emocionalmente maduros: Antes de salir a trabajar cada mañana, pregúntenle a su mujer: 1) “¿Cómo estás?” y 2) “¿qué necesitas de mí, hoy?”. Es sencillo.
La mayoría de los varones retoma su quehacer laboral, se baña y afeita cada mañana, desayuna y se va exactamente a la misma hora de siempre “como si nada hubiera sucedido”. Asimismo supone que nada de lo que acontezca en su ausencia le incumbe, y que su mujer, eficaz como siempre lo fue, podrá arreglarse sola con el bebé. Es falso. ¿Acaso tiene que modificar su rutina? No. Tiene que preguntarle a su mujer qué necesita de él, hoy, aquí, ahora.
Laura Gutman
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