Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido con el nombre de Paracelso, que iba a revolucionar la medicina con su teoría de los «idénticos». El hombre nació en 1493, en Einsiedein, en el cantón de Schwyz, en Suiza, naturalmente. Muy impresionado por el ocultismo, pensaba que el equilibrio físico está condicionado por una fuerza «magnal», en resonancia con todas las fuerzas magnales de la creación. Es ésta una de las ideas-fuerza del ocultismo, según la cual todas las cosas, vivas o inertes, emiten radiaciones, que se encuentran entre sí en un plano «astral» y se influencian mutuamente para bien o para mal. Paracelso no vaciló en extraer de ello la conclusión de que formas semejantes debían, según toda probabilidad, emitir radiaciones comparables y capaces pues de reforzarse en razón de su complementariedad. De ahí su famosa teoría de los idénticos, fundada sobre el principio de que toda planta parecida a un órgano era adecuada para tratar las enfermedades de este órgano.
Para él, pues, la nuez, imagen de la caja craneana que alberga el cerebro, era excelente contra los dolores de cabeza, neuralgias y migrañas; la judía (poroto-chaucha) indispensable para curar las afecciones de los riñones; ¡el cólquico soberbio contra los callos de los pies!
Algunos fitoterapeutas, y no de los menos importantes —Maurice Mességué forma parte de ellos— siguen concediendo todavía un cierto crédito a esta teoría. Sin embargo, lo hacen de una forma más mesurada que su creador, y si bien la admiten en algunos casos particulares, no la convierten en un dogma intransgredible.
«Los remedios de la abuela» de Jean Michel Pedrazzani