Meditar es tomarse unos minutos para reencontrase con uno mismo. Es aquietarse, dejar en suspenso las preocupaciones y concentrase en lo trascendente, en la parte de la vida que supera las limitaciones cotidianas y nos conecta con lo verdadero. Es importante contar con un espacio ideal para meditar, apartado del ruido y dedicado únicamente al retiro y la concentración. Pero también se puede meditar rodeado de gente, o viajando en colectivo. Meditamos para sentirnos mejor, para escuchar al Dios que nos habla desde el corazón.Sabemos que estamos meditando cuando nos sentimos relajados, tranquilos y con una sensación de trascendencia.
Relajándonos, dirigiendo la atención a la respiración y apartándonos del exterior, comenzamos a entrar en un estado de quietud que nos hace comprender lo importantes que somos, la magnitud del amor que nos envuelve continuamente, y que no necesitamos absolutamente nada, porque lo más importante –lo que es invisible a los ojos- ya está en nosotros.
Ordenes mentales
No es simple ni liviano el asumir el compromiso de mejorar, ni siquiera es un simple enunciado, ya que cada persona que lee y repite multiplica los buenos deseos como si fueran ondas concéntricas, expandiendo las buenas intenciones.
Les pasamos los siguientes decretos, u órdenes mentales, para contribuir al bienestar personal y el bien común:
“Deseo que mi mente se ilumine y me inspire para hacer solamente el bien.
Y deseo que se iluminen los gobernantes del mundo, para que todos vivamos en paz y abundancia.
Me concentro únicamente en mejorar y en aportar lo mejor de mí para el bien común.
Apuesto a la superación de los problemas y me comprometo en ofrecer las soluciones que estén a mi alcance para que la vida de todos mejore”