El típico movimiento de oscilación de los brazos ha desconcertado a los científicos, ya que no tenía ninguna utilidad evidente, lo que hizo a algunos investigadores sugerir que era una reliquia evolutiva con poco o ningún propósito, heredada de ancestros que andaban a cuatro patas.
Sin embargo, un equipo de investigadores de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, y la Universidad de Delft, en Holanda, decidieron determinar exactamente qué conseguía mover o no los brazos al caminar.
De modo que construyeron un modelo mecánico para tener una idea de las dinámicas del movimiento del brazo y además reclutaron a 10 voluntarios a los que se pidió que caminaran con una oscilación normal, con los brazos atados o pegados a los lados y con los brazos oscilando en sincronía con las piernas.
Los investigadores descubrieron que mantener los brazos quietos mientras se anda requiere un 12% más de energía metabólica que si se mueven.
A su vez, un andar con oscilación opuesta a la habitual, moviendo el brazo derecho con el pie izquierdo y el izquierdo con el pie derecho, resultó utilizar un 26% más de energía, ya que los músculos tenían que esforzarse por mantener el ritmo.
Mover los brazos también contrarresta el movimiento de giro o «tuerca» que crea el cuerpo al mover las piernas por un camino recto y suaviza el movimiento de andar, reduciendo el gasto de energía de los músculos de las piernas.
«Aunque oscilar los brazos es relativamente fácil de hacer, su efecto en el consumo de energía durante el paseo es significativo», indicaron los expertos en su informe.
«Más que una reliquia de las necesidades de movilidad de nuestros ancestros cuadrúpedos, el balanceo del brazo es una parte integral de la economía energética del andar humano», concluyeron.
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