Libros y flores para el alma
Febrero es época de fiesta, y el carnaval atraviesa a diversas culturas del mundo. En nuestra Abya Yala, festejamos el Pawkar Raymi, fiesta del florecimiento o de los muchos colores. Celebramos la abundancia de la cosecha, de las lluvias que provocan más arcoíris que en el resto del año y la culminación de la estación de las flores y frutas. Todo con bailes, ofrendas y ceremonias de agradecimiento a la Pachamama.
En la antigua Grecia y Roma dicen que celebraban al dios Saturno. Se creía que esta deidad pasaba el invierno en la tierra y por ello cuando concluía, se le rendia pleitesía y ofrendas para que volviera al Inframundo y así darle calor a la tierra para las cosechas.
En la Edad Media, la Iglesia Católica incorpora esta fiesta a su calendario, definiéndola con la palabra carnaval que proviene del latín carne-levare, que significa «abandonar la carne».
Todos los años esta fecha cae diferente porque sigue un calendario lunar, se cuenta a partir de la última luna nueva del año (juliano) y son los tres días previos al comienzo de la Cuaresma (cuarenta días previos a la Semana Santa). De un tiempo de excesos y libertad a un tiempo para la reflexión espiritual.
En la actualidad es una fecha de exhibición de comparsas en las calles, más como un espectáculo. En nuestro país, en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, las comparsas van al pie de los cerros y desentierran al diablo, que fue sepultado al finalizar el carnaval pasado. El diablo es un pequeño muñeco que simboliza al sol, que fue quien fecundó a la Pachamama. Una vez desenterrado las comparsas y los participantes disfrazados de diablo descienden cuesta abajo. Es típico vestirse con trajes coloridos utilizando cascabeles, máscaras, se pintan las caras con harina y algunos llevan ramas de albahaca, dejando un aroma particular en las veredas. Luego de varios días de festejo, la celebración termina con el entierro del nuevo diablo al pie de los cerros con ofrendas.
Este tiempo nos trae luminosidad, para ser especialmente creativos, expresarnos a través del arte, a exhibir todos nuestros colores. A entregar lo mejor de nosotras y nosotros sin perder la alegría. No es momento de secretismos, es momento de expresión y si nos perdemos por un rato, siempre podemos volver a nuestro corazón, a nuestro latir, que no se equivoca. El festejo tiene que ver con lo que obtuvimos con nuestro esfuerzo y el agradecimiento a la Pachamama por toda su bondad, por el logro en conjunto. Por festejar la vida en todas sus formas. Jailli, jailli, jailli!!
Los saludo hasta la próxima, y no se olviden…
¡Seamos felices, tomemos yuyitos y hongos, guardemos semillas y leamos libros!
Por Jimena Ramos Lanciotti
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