Si queremos progresar, individualmente, o en conjunto como sociedad global, tenemos que aprender a ser compasivos, y a no juzgar. Cada quien con lo suyo, cada cual tiene una razón para actuar como actúa. Compasión es la palabra clave, que nos ayuda a superar barreras y progresar. Si somos compasivos estamos comprendiendo y alcanzando un nivel de entendimiento muy elevado. Solamente con compasión logramos colocarnos en el lugar del otro,
ver sus puntos de vista, y -en definitiva, amarlo. Cuando somos compasivos avanzamos muchas etapas en la evolución, porque actuamos desde el amor y aprendemos a mirar a los demás como los grandes seres nos miran a nosotros.
La forma como vamos tejiendo cada minuto del día desencadena lo que cosechamos al final de la jornada. Y esto es precisamente lo maravilloso. Lo que nos indica que siempre, en cualquier minuto de la vida en que nos encontremos, podremos cambiar lo que no nos satisface. Para ello hace falta empeño. Y que estemos atentos. Que nos convirtamos en los
Señores de nuestras vidas.
Preguntamos a nuestro maestro interior:
¿Quién soy? Un ser ilimitado que se autoimpone sus propios límites.
¿De dónde vengo? De una gigantesca usina creadora, a quien represento e interpreto a mi manera.
¿Cuál será mi último destino? El que me corresponda por mérito propio, según mis acciones. Porque si nada necesito para estar feliz, si la felicidad es mi estado interior natural, allí donde me haya ubicado la vida, estaré bien.
¿Qué es el libre albedrío? El más grande regalo de un Ser que me ama y respeta.
¿Quién me premia o castiga? Uno mismo es el propio juez y quien acepta o rechaza las acciones cometidas. Y decide en consecuencia.
Marta Susana Fleischer