La oración Mística y el Gran Arcano de los antiguos sabios

Los místicos alquimistas nos han enseñado grandes y profundas verdades espirituales por medio de procedimientos objetivos. En uno de ellos, llamado “Solutio salis” (La disolución de la sal) han trasmitido un Conocimiento Superior, llamado también, el “Primer Misterio”, o “Gran Arcano” en la tradición órfica.
Y ¿cuándo ingresamos al Gran Arcano? En el momento en que nuestra conciencia iluminada entra en comunión con el Ser y Dios cesa de ser un objeto externo. Entonces se trasciende definitivamente la “separatidad” y nuestra conciencia mora en la Unidad.
En consecuencia, nuestra oración, ya no se dirige hacia alguien que está distante y arriba, a quien hay que convencer de algo o de quien hay que obtener algún favor. Porque eso es separatidad.
Por el contrario, la oración “mística”, que implica la consciente e indisoluble unión con Dios, no solo en el obrar sino también en el Ser, (Meister Eckarth) es una operación similar a “levantar las compuertas” o conectarse a una corriente de energía siempre presente y actuante. 
Esta energía a su vez es inmanente a nuestro propio ser, el cual es en su esencia, una porción individualizada del UNO. Así, debido a este “entonamiento” con la Fuerza Universal, se pone en acción ese “Poder Interior” creativo y constructivo que se expresa a través de los instrumentos de la personalidad.
¿En qué medida es esto posible? Es posible en la medida que se va operando en nosotros la “Metanoia”. Esto quiere decir, el cambio radical de nuestro modelo mental. Para lograrlo, debemos ejercitarnos en pensar al “revés”, es decir, más allá de la ilusión tejida por nuestra mente material. En primer lugar, es necesario alcanzar la comprensión del Principio espiritual contenido en el Gran Arcano y que podemos resumir así: “El Ser es UNO” y del cual deriva el enunciado que los alquimistas místicos formularon de este modo: 
“Todo proviene del UNO. Todo retorna al UNO”.
Entonces, como fruto maduro de este Conocimiento Supremo, nuestra oración revestida de irradiante devoción brotará del Corazón Celestial, como Divino Manantial. 
¿Y de qué manera se visualizaría esta oración? Ciertamente, no se vería como un mensaje enviado a alguien distante, sino como un emanar de la propia Vida interior, un fluir incesante de energía luminosa y vibrante que nos envuelve con un Manto de Gloria.

“Revestido de Luz como de un manto, cantaré al Señor toda mi vida” (salmo 104)

Prof. Carlos A. Papaleo
Lic. en Filosofía y Psicología

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