Por Román Schieder
En tiempos de innumerables distracciones y, en consecuencia, estados de inquietud, intranquilidad, ansiedad, desasosiego, vamos corriendo detrás de innumerables asuntos, estímulos y aspiraciones; el mundo de hoy más que nunca, nos invita a volver a nuestro origen, al Ser, más allá de la mente y sus condicionamientos. La meditación no es una evasiva o escapatoria de sí mismo (nuestros problemas y obligaciones), sino un confrontar “consigo mismo”, sobre la naturaleza de las cosas, un darse cuenta de la impermanencia de todo aquello que la mente considera real, y, en consecuencia, valora. Esto drena nuestra energía psíquica, y así nos vamos consumiendo energéticamente y quedamos a merced del mundo de la Ilusión. El fundamento de la práctica es que la Conciencia humana (lo más digno y original que tenemos) se encuentra dormida, en estado de sueño, embotellada en los funcionalismos de una mente autómata (condicionada por la memoria y los datos adquiridos). Es entonces que surge la necesidad de despertar la Atención plena y cultivarla de instante en instante. Meditar es mucho más que sentarse a relajarse y olvidarse de todo. Es entrar en contacto con nuestro mundo interno (emociones, ideas, juicios, pensamientos, etc.) e ir liberando de la botella al genio dormido (la Esencia espiritual) para que tome mayor fuerza y nos vaya conduciendo hacia el verdadero propósito de nuestra encarnación. El objeto de meditar es llegar al silencio de la mente y al descubrimiento de nuestra autentica naturaleza espiritual. Esa experiencia se conoce como Samadhi, Nirvana o Iluminación, la misma requiere de un estudio serio, constante, comprometido y valiente de nuestra parte, para descubrir por nosotros mismos este viaje de conciencia con todos sus estados, matices y desafíos. El premio es el mayor regalo de la vida, la auto-conciencia. La ciencia de la meditación es exacta y si se practica adecuadamente y bajo las directrices de un Maestro calificado, es objetiva y factible.
Meditar es abrir los ojos del alma y volver a nuestra esencia más íntima eliminando de la mente las percepciones equivocadas. Todos tenemos un linaje espiritual y un deber cósmico, al caer en el sueño de la conciencia lo hemos olvidado, es hora de recuperar con valor y tenacidad nuestro destino.
Instructor CIAG Argentina
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