La leyenda del Tajy

Somos naturaleza y seguimos un calendario ancestral

Llega la primavera y para los pueblos originarios de la Abya Yala (América) los calendarios astrológicos están relacionados con la agricultura. La pacha estuvo descansando, y ahora comienza a darnos los primeros brotes de aquello que sembramos. Para los pueblos guaraníes el florecimiento del lapacho muestra el fin del invierno. Lo llaman “Tajy”, (porque su madera es fuerte, resistente y no se pudre). Es el centinela de los montes, que descubre antes que los demás la llegada de la primavera. Es un árbol esbelto, femenino, de hojas suaves que puede alcanzar entre 20 o 30 metros de altura y sus flores pueden ser blancas, amarillas, rosadas o fucsias.  
Cuenta la leyenda guaraní del árbol del Lapacho… que en tiempos lejanos, Ñamandú (Dios creador) le contó al pueblo guaraní que su hija iba a contraer matrimonio y estaban todos invitados a la fiesta. Mainumbí, el picaflor, sería el encargado de repartir las invitaciones a lo largo y a lo ancho de todo el universo guaraní e invitar a todas las criaturas sin despreciar a ninguna y deberían concurrir con sus mejores atavíos. Mburucuyá, la flor ostentaría sus pétalos multicolores, Panambí, la mariposa, usaría un imponente traje rosado. Cuando se iba a dar comienzo a la ceremonia, Añá (Dios del mal) envidioso de tanta felicidad robó el vestido de la joven. Ñamandú en un ataque de furia despidió a todos los comensales y Tajy a pesar de su vergüenza y temor se acercó a su creador y le dijo: -He venido a la fiesta orgullosa de haber sido invitada, pero avergonzada por no haber hallado un obsequio que pudiera ser digno de su hija, sin embargo ante los sucesos que los afligen, ofrezco todo cuanto soy y poseo para superar este difícil momento -. Así las hábiles artesanas unieron pétalo a pétalo las rosadas flores de Tajy y con ellas le confeccionaron el más bello vestido. Ante tal desinteresado despojo, Ñamandú declaró al Tajy inmortal, mandó juntar todas las semillas y diseminarlas por todo el universo guaranítico, confiriéndoles el poder de que sus copas crezcan más altas que cualquier otra, casi, casi, tocando el cielo. Pero para que se destacara aún más, decretó que florecieran en invierno, cuando los techos de la selva se tiñan de rosa, todos recordaran el sacrificio de Tajy para complacer a Ñamandú. 
Los saludo hasta la próxima, y no se olviden… ¡Seamos felices, tomemos yuyitos y hongos, guardemos semillas y leamos libros!

Por Jimena Ramos Lanciotti
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