Darle espacio a la incertidumbre significa desdramatizar amenazas y/o advertencias de peligro. Nos dispone a dejar de creer que el control de sí y alrededores, determina lo que puede suceder. La duda, la indeterminación, el asombro ante lo imprevisto, quebranta la idea de verdad indiscutible, desenmascara ilusiones y puede funcionar como un posible portal, apertura o transición hacia algún cambio. Si la incertidumbre se asocia a falta de estabilidad, confianza, certeza o carencia de respuestas e información, corremos el riesgo de vivirlo como un drama, lo cual ocasiona altas cargas de inquietud o inseguridad, sin embargo, si se la percibimos como una puerta hacia el misterioso devenir, trae consigo la transformación de los miedos en oportunidades. El proceso sería: de la incertidumbre como padecimiento hacia la incertidumbre como oportunidad.
Te invito a ser amable y comprensiva o comprensivo contigo ante estos momentos, el principal apoyo es la aceptación de esa realidad, la que obligó a dar un giro, la que desestabilizó. En el interín sugiero evitar autoagresiones y juicios que alimenten la frustración. La autocompasión entrena un nuevo dialogo interior expresado con tono suave y ameno. Un modo de contactarse basado en la ternura hacia sí que requiere de una readaptación a lo nuevo distanciada de exigencias egoicas, de apego y rigideces controladoras de la existencia. Precisamente, esa readaptación, es lo que conduce a experimentar la incertidumbre sin dramatismo ni maquinaria mental, porque, en la base de esa tranquilidad, vive la autoconfianza y, lo más poderoso, es que el ego pierde el control, así, lo genuino sale espontáneamente, no hay trabas ni voces castradoras e inhabilitantes. A animarse a vivir la incertidumbre como oportunidad.
Por Alejandra Brener/ Terapeuta corporal bioenergetista
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