La Argentina Divina Comedia

Ni en las obras de teatro, ni en las narraciones fantásticas, ni siquiera en las más desopilantes películas de ficción, te podrías encontrar con una historia tan increíble, como la realidad argentina. Nuestra cultura, es en parte el fruto de la cultura occidental que llegó a América en múltiples migraciones durante 500 años; individuos expulsados del viejo continente, extinguido por sus guerras y revoluciones. Aquí, se mezclaron con los sobrevivientes de la cultura precolombina; aquellos sobrevivientes de la conquista territorial, cultural y psicológica – podríamos decir- del exterminio, de las vejaciones y saqueos.
De tal palo tal astilla o lo que se hereda no se roba, diría mi abuela, y como lo profetizó Nietzsche, para la cultura de occidente, el nihilismo fue, es y será la verdadera pandemia de enfermedad psicológica silenciosa de los últimos 200 años. Aunque en los últimos 100, opino, llegamos al paroxismo de la locura, donde el ser humano occidental se juega la vida en poner siempre como valor central políticas inhumanas. 
Por lo tanto, las políticas occidentales no solo son inhumanas, sino que son peligrosas para continuar con la propia existencia, por lo que habría que ponerla a resguardo por su propia integridad y seguridad física. 
– “¡El paciente requiere de internación psiquiátrica inmediata!”- dirían en mi comedia, refiriéndose al personaje que representa a la Cultura Occidental.
– “Y está arrastrando al resto del mundo, al caos organizado y la esclavización de los ciudadanos por medio de las tecnologías y organizaciones no gubernamentales”- concluiría uno haciendo de carcelero enfervorizado.
Así como la vieja Europa a través de la exportación de la guerra, la piratería, el contrabando, la corrupción y las traiciones se empujó al atraso económico a muchas naciones del globo; hoy es con la tecnología como puede perpetuarse el mal a escala global.
Asistimos a un mundo multipolar en plena batalla por la hegemonía, no hay héroes, sólo seres sombras y zombis apocalípticos, creando caos y confusión y sembrando desinformación. 
– “¿Cómo se le dice en Psiquiatría o Psicología cuando se pierde la identidad, la cultura, la memoria, la herencia y todo sentido de responsabilidad?” – interviene un camillero.
-“¡Posmodernidad,  Posverdad!” – le grita Cultura Occidental, desatado de pies y manos.
Es que de eso se trata la posmodernidad, de borrarte la identidad de origen, borrarte la identidad nacional, y borrarte la identidad individual y que lo aceptes por necesidad, miedo y desesperación. Argentina sería como uno de esos laboratorios experimentales, donde estamos todos, como cobayos, accediendo a la experiencia, con o sin consentimiento.
Argentina no es la cereza del postre, Argentina es El Postre y los comensales internacionales están con los cubiertos en la mano. Si Argentina sobrevive, no es porque los funcionarios en el país la defiendan.  Ella, es la hija loca e inadaptada, de la cultura occidental. Díscola, distópica, rebelde y puede que más que loca, sea la incomprendida, de allí que su vida y su cultura se haya vuelto tan paradojal. 
Pero en el fondo nuestra cultura, termina siendo más innovadora y revolucionaria que “loca”, es más caótica que enferma, más utópica y optimista, que pesimista y “conspiranoica”. Conjuga su pasado épico de revueltas y batallas populares que se anexan los héroes, con un futuro utópico de científicos, artistas y filósofos, lo que le da ciertos matices proféticos en la búsqueda trascendente de una Nación Libre y Soberana.
El argentino sabe y no se equivoca, sufre la traición en silencio, mastica su bronca y se recrea a sí mismo en una nueva especie cada vez, en una que no aciertan las encuestas ni las estadísticas; que no figuran en los manuales de ingeniería social y que no solo sorprende a ser nacional, sino que deja boquiabierto al mundo.
 El argentino se extiende por el mundo con su SER ARGENTINO dentro, imbatible, inconquistable e indomable, pero así, como se va y se expande, se repliega y vuelve. Porque el argentino siempre vuelve, aunque se quede físicamente en el exilio. La argentinidad se transforma, pero nunca muere, nunca se pierde, vuelve al origen para renacer de sus propias cenizas. Como la Pacha Mama, brota desde abajo y no de arriba, desde la espuma efervescente de las elites.
 Argentina exclama su nombre desde mucho antes de existir. Como lo anunciara un Poema de Wolfram von Eschenbach en Parsifal en el siglo XII, “Sólo Parsifal, el ángel, por los mares irá con los tres caballeros del número impar, en la Nave Sagrada y con el vaso del Santo Grial, por el Atlántico Océano un largo viaje realizará hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama y siempre será”
La épica y la mística cabalgan y sobrevuelan nuestras tierras desde mucho antes y hasta hoy en día. El Ser Argentino siempre brotará y germinará en estas tierras, dando nuevas ideas, nuevas maneras, nuevos modos y modismos, tejiendo sueños, construyendo túneles y redes. Surgirá de la sangre derramada y las cenizas de los traidores en una nueva revelación.
De Europa llegó la vieja humanidad escapando de la peste, la guerra y la miseria y detrás de ellos llegaron la peste, la guerra y la miseria. Aquí, estaba la semilla, de allá se trajo el abono; es hora de que germine la nueva humanidad, el llamado hombre Nuevo. Y esa será la revelación del Hombre Nuevo, será en Argentina.

Por Ignacio Conde
iconde@fyn5.com

Artículo anteriorAceite de oliva: un aliado del corazón
Artículo siguienteRevolución verde VS Producción Orgánica

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!