Kvas: el ancestral fermento eslavo

Hoy en día los fermentos están en boca de todos. Literalmente. Kombucha, kéfir, kimchi, chucrut, miso… la lista sigue creciendo en góndolas saludables, redes sociales y hasta en las cocinas caseras. Sin embargo, más allá de la moda, los fermentos tienen raíces profundas, ancestrales, y son parte del patrimonio cultural de casi todas las regiones del mundo.
Antes de que existieran las heladeras, la fermentación era uno de los métodos más efectivos para conservar alimentos. Pero además, muchas culturas descubrieron que este proceso natural no solo preservaba, sino que transformaba los alimentos, enriqueciéndolos nutricionalmente y potenciando sus beneficios.

En Asia, se consumen fermentos como el miso, el natto, la salsa de soja o el kimchi.

En América Latina, tenemos la chicha, el pulque, el tepache o el cauim.

En Europa, el chucrut, los quesos curados y el yogur han sido básicos.

En África, se encuentran bebidas como el togwa o el ogi.

Y en Europa del Este, aparece una joya todavía poco conocida en occidente: el Kvas.

¿Qué es el kvas?
El kvas (se pronuncia «kuás») es una bebida fermentada originaria de Rusia, Ucrania y otros países eslavos. Se elabora tradicionalmente a partir de pan de centeno fermentado con agua, azúcar (o miel), levadura y, en algunos casos, frutas o hierbas aromáticas. Su sabor es suave, ligeramente ácido, con una nota dulce y un toque a pan tostado. Es refrescante, con una efervescencia natural parecida a la de una soda artesanal.
¿Tiene alcohol? Te preguntarás.
Sí y no. El kvas puede existir en dos versiones:

No alcohólica: la más común y tradicional, con un grado alcohólico inferior al 1%, producto de la fermentación, pero completamente apta para consumo cotidiano (incluso por niños, en su lugar de origen).

Alcohólica: con mayor tiempo de fermentación o añadidos como frutas azucaradas, puede alcanzar niveles de alcohol similares a una cerveza suave.

En las dietéticas y ferias naturales es posible encontrar versiones caseras o embotelladas con bajo contenido alcohólico. También existen recetas para elaborarlo uno mismo en casa, regulando el tiempo de fermentación según la preferencia.

Beneficios atribuidos al kvas
Como otras bebidas fermentadas, al kvas se le atribuyen múltiples beneficios para la salud:

  • Aporta probióticos naturales que benefician la microbiota intestinal.
  • Favorece la digestión y puede aliviar síntomas como hinchazón o pesadez.
  • Tiene efectos detoxificantes, especialmente las versiones con remolacha.
  • Contiene vitaminas del grupo B y enzimas vivas que estimulan el metabolismo.
  • Puede reforzar el sistema inmunológico, ayudando al cuerpo a defenderse de virus y bacterias.

¿Hay evidencia científica que avale sus beneficios?
Aunque todavía se necesitan más estudios clínicos centrados específicamente en el Kvas, la ciencia ya ha demostrado los beneficios generales de los alimentos fermentados y los probióticos en la salud digestiva, inmunológica y mental.
Investigaciones realizadas en Rusia han explorado su efecto antioxidante y su capacidad para reducir la fatiga, aunque muchos de estos estudios aún no están disponibles en inglés ni difundidos ampliamente en occidente.

¿A qué sabe?
El sabor del kvas es una mezcla entre una gaseosa suave, pan fermentado y un toque agridulce. Algunas versiones recuerdan a la sidra de manzana o a una cerveza sin lúpulo. Hay variantes con frutas, miel, remolacha o hierbas que lo vuelven más frutal, herbal o dulce.
Los ingredientes básicos son pan integral o de centeno, azúcar mascabo, levadura, accesibles. También se puede experimentar con variantes locales: agregar jengibre, cáscara de naranja, remolacha o hierbas autóctonas como el cedrón o la menta.
Solo se necesita un frasco de vidrio, paciencia y respeto por el proceso natural de fermentación. En pocos días se puede tener un kvas artesanal, fresco y vivo, hecho con tus propias manos.
El kvas es más que una moda: es un legado cultural que hoy vuelve a cobrar valor por su simplicidad, su sabor auténtico y su capacidad para armonizar el cuerpo desde adentro. En un tiempo donde lo artificial abunda, volver a las raíces fermentadas puede ser un acto revolucionario… y muy saludable.

Agustina Collazo 

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