El cambio climático se asocia con el aumento de las temperaturas, cambios en los patrones climáticos en todo el mundo y crecientes niveles y duración de polen transportado por el aire. Se ha observado que estos tienen impacto sobre la salud, incluso la de las personas alérgicas.
El cambio climático afecta de manera variable la producción y la composición de las proteínas de pólenes y esporas de hongos, y de los procesos aerobiológicos como emisión, dispersión, transporte y deposición asociados con cambiantes lluvias, vientos y otros factores meteorológicos relacionados. Los cambios en el clima pueden afectar temporadas de polen de árboles, pastos y malezas aumentando la cantidad de polen producido y extendiendo la duración de la temporada de polen.
Las alteraciones en la duración e intensidad de las temporadas de polen afectan a enfermedades alérgicas como la rinitis, la conjuntivitis y el asma. Las poblaciones más vulnerables a estos efectos adversos para la salud incluyen a los niños, los ancianos y quienes sufren de enfermedades preexistentes reactivas de las vías respiratorias, como el asma.
Los gases causantes del efecto invernadero pueden provocar síntomas respiratorios en las personas con asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, además de contribuir a la mortalidad prematura y disminución en el funcionamiento pulmonar, con el correr del tiempo.
Las inundaciones y tormentas de magnitud pueden provocar humedad en los edificios con la consecuente exposición al moho. Además de desencadenar reacciones alérgicas, el aumento de las exposiciones a las esporas de moho se ha relacionado con otras enfermedades pulmonares.
PREVENCIÓN Y CONTROL
Eliminar o reducir alfombras y tapetes: acumulan polvo y ácaros, principales desencadenantes de alergias. Considera pisos de madera, linóleo o azulejos, que son más fáciles de limpiar.
Aspirar regularmente con filtro HEPA: Un aspirador con filtro HEPA atrapa partículas finas como polvo y polen, mejorando la calidad del aire interior.
Lavar la ropa de cama y cortinas con frecuencia: lavar sábanas, fundas de almohada y mantas semanalmente en agua caliente (al menos 54°C) para eliminar ácaros y alérgenos.
Controlar la humedad: el moho prospera en ambientes húmedos. Usar deshumidificadores, extractores de aire en baños y cocinas, y reparar cualquier filtración de agua.
Limpiar superficies con paños húmedos: en lugar de sacudir el polvo, utilizar paños húmedos para limpiar muebles, estantes y otras superficies.
Cerrar ventanas y puertas: (generalmente por la mañana y primeras horas de la tarde), durante la primavera y ventilar durante el resto del año, incluso en el invierno para disminuir la presencia de ácaros en lugares cerrados o húmedos.
Evitar o minimizar el uso de productos con olores fuertes: como aerosoles ambientales, otros productos de limpieza y cosméticos pueden irritar las vías respiratorias y empeorar los síntomas alérgicos.
Mantener a las mascotas fuera de las habitaciones y no dormir con ellas.
No fumar, evitar el humo del tabaco y otros irritantes.
Usar barbijo para realizar tareas del hogar que impliquen manipulación de polvo, y/o agentes de limpieza que puedan ser irritantes.
Ante cualquier síntoma consultar a un profesional especializado.
Fuente: www.dim.com.ar